La liturgia de este día es la resultante de la unión de dos ritos de origen y carácter bien diverso: la bendición y procesión de los ramos de una parte y la conmemoración solemne de la Pasión de Cristo por otra, ritos que en el trascurso de los siglos se han desarrollado de manera varia si bien permaneciendo netamente distintos.
El origen de la Procesión de Ramos ha suscitado muchas discusiones, pero parece ser haya que encontrarla en las costumbres de la Iglesia Madre de Jerusalén del siglo IV. La entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa desde el siglo II había sido considerada una de las mayores afirmaciones de mesianismo, motivo por el cual su conmemoración histórica implicaba una dimensión apologética singular. Egeria refiere en su Peregrinatio que el domingo antes de Pascua hacia la hora séptima (13h) el pueblo con el obispo se reunía en el Monte de los Olivos entre la Basílica del Eleona y la del Imbomon (Ascensión). Se empezaban a cantar himnos y antífonas, intercalados de lecturas y oraciones, hasta que a la hora undécima (17h) leído el evangelio que describe la entrada de Jesús en Jerusalén, todos salían y llevando ramos de olivo y palmas, entre el canto de himnos y salmos intercalados con el Benedictus qui venit in nomine Domini, bajaban procesionalmente con el obispo a la ciudad dirigiéndose a la iglesia del Anástasis (Santo Sepulcro) donde la función acababa con el oficio vespertino (lucernario de vísperas). Ninguna referencia a bendición de ramos. Con el tiempo el pintoresco rito adquirió mayor relieve y solemnidad ya que en el siglo VI las estaciones del recorrido eran ya cinco, y otras iglesias orientales (Edesa y Constantinopla) la habían introducido en sus rituales. Se desconoce cuando pasó este uso a Occidente pero los primeros trazos los encontramos en España, ya que San Isidoro en su Liber Ordinum lo menciona, así como el Misal de Bobbio cuyas fórmulas muestran evidentes puntos de contacto con la liturgia hispánica y con la bizántina.
Beda el Venerable (+735) en la homilía para el domingo de Ramos, conoce no sólo la fiesta sino una ceremonia litúrgica de las palmas. El versus de Teodolfo de Orleans (760-821) “Gloria, laus et honor tibi sit” que gozó de tanta popularidad en la Edad Media y que fue recogido en parte en el misal, dan testimonio de un gran y rápida difusión del rito. En Roma los sacramentarios Gelasiano y Gregoriano hacen expresa mención de la fiesta y del rito, este último incluye una bendición a los portadores de las palmas. En el ritual Romano-germánico del siglo X encontramos el más antiguo ritual de la procesión de Ramos y numerosas fórmulas de bendición.
El deseo de reproducir litúrgicamente las circunstancias de la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, otorgó a la procesión de ramos en la Edad Media un carácter dramático, vivo y profundo, que no encuentra paragón en otras solemnidades del año: todo el pueblo, con el obispo a la cabeza y el clero, se reunía en una iglesia fuera de la ciudad o en un exterior elevado, como representando el Monte de los Olivos. Después de la lectura del Éxodo 15,27 Venerunt filii Israël in Elim (Y llegaron los hijos de Israel a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas), se bendecían los ramos con una larga serie de oraciones y se distribuían. Comenzaba a caminar la gran procesión en la que la persona de Jesucristo era presentada o bien por el Evangeliario, envuelto en un paño púrpura, colocado en una peana, ricamente adornado y llevado por cuatro diáconos, o bien por un gran Crucifijo sin velar adornado de ramas verdes. Durante el cortejo se alternaban antífonas y los niños lanzaban flores al paso de los diáconos.
Llegados a la entrada de la ciudad, los pueri cantores cubrían el paso de la Cruz con sus capas y mantos, adorándola de rodillas mientras el clero cantaba Kyrie eleison y Pueri Hebraeorum. Acabado este canto comenzaba el himno de Teodolfo Gloria Laus et Honor tibi sit. Comenzaba el homenaje del pueblo que pasaba delante ofreciendo sus flores y adorándola mientras se cantaba la antífona Omnes collaudent nomen tuum (Todos alabarán tu nombre) y el salmo Lauda Jerusalem. El último en adorar era el obispo con el clero mientras el coro cantaba Percutiam pastorem (Herirán al pastor y las ovejas se dispersarán). A estas palabras un clérigo con la mano o con una palma golpeaba ligeramente la espalda del obispo. A partir de ese momento el cortejo procesional entraba en la ciudad cantando Ingrediente Domino in sanctam civitatem (Entrando el Señor en la ciudad santa) hasta la puerta de la catedral donde después de cantar el Benedictus qui venit (Bendito el que viene en nombre del Señor) el obispo concluía la procesión con una oración. En Roma el lugar de partida era Santa Maria la Mayor y el destino San Juan de Letrán, estación de aquel día. A representar a Cristo, el Evangeliario recubierto de lienzo púrpura.
En Inglaterra y en Normandía, parece que Lanfranco de Canterbury (+1089) introdujo la costumbre de llevar la Eucaristía. En los pequeños pueblos de esas tierras la meta era la cruz del cementerio que por esa razón era llamada Cruz de la Palma (Palm Cross). En Alemania desde el tiempo de San Ulrico de Augsburgo en Baviera (+973) se solía llevar una borriquita (Palmesel) de madera con una estatua de Jesucristo sentado sobre ella, que después se colocaba en la iglesia hasta la noche del miércoles santo para veneración de los fieles. En Milán la bendición de ramos tenía lugar en la basílica de San Lorenzo desde donde el Arzobispo, montado sobre un caballo guarnecido con ricos arneses, se dirigía hacia la basílica de San Ambrosio donde se cantaba la Misa.
Prrocesión de la borriquita |
Canto de la Pasión por tres diáconos en el sacrato de San Pedro |
Emisit spiritum |
Dom Gregori Maria
Gracias Don Gregori per este magnifico articulo.
ResponderEliminarGracias a Dom Gregori Maria por esa bella exposición de la historia del Domingo de la Pasión del Señor o de Ramos, en el pórtico de la Semana Santa. Si no recuerdo mal, ya antes de la reforma litúrgica de PIO XII en 1956, el Domingo de Pasión era el anterior al de Ramos y en en él ya se velaban con velo morado todas las imágenesque había en la Iglesia. Ese gesto duraría, si no estoy equivocado, hasta la entrada en vigor del Misal de Paulo VI
ResponderEliminarExcelente, gracias por el artículo.
ResponderEliminarEstas explicaciones, ciertamente tan bien documentadas y expresivas, nos sitúan en el marco de la Semana Santa y nos ayudan a profunizar en el misterio pascual; historia litúrgica y celebración pascual.
ResponderEliminarMuchas gracias, Dom Gregori.Lo mejor de este Blog.
Excelentes imágenes de la época del Barroco que tanta gustaban a Benedicto. Francisco no está por tanto disfraz ni parafernalia rococo.
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