Capítulo 6: El Oficio y las Misas de Navidad (I)

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Mosaico en Santa Maria Mayor, referenciando Belén.
Toda la liturgia primitiva de la fiesta de Navidad se desarrollaba en la Basílica de San Pedro. Allí, ad galli cantum, al canto del gallo se celebraba el consabido Oficio vigiliar que concluía, más tarde, hacia las 10 ( ad tertiam- ) con la Misa solemne. Lo encontramos confirmado en el Leoniano y en una carta del papa Celestino I a Teodosio del año 431, donde se refiere que en el día de Navidad, en la reunión del pueblo cristiano en San Pedro había hecho leer las cartas que habían llegado informando del feliz éxito del Concilio de Éfeso. Es en esta época o quizás muy a finales del siglo IV cuando se introduce la costumbre de celebrar una Misa, primo mane, a primera hora de la mañana, siempre celebrada en San Pedro, que no hay que confundir con aquella otra introducida seguidamente más tarde en Santa Anastasia. Lo atesta San León Magno, comentando los fragmentos evangélicos y encontramos en formulario en el Sacramentario Gelasiano.

Tan sencillos eran los esbozos primitivos de la fiesta de Navidad hasta los tiempos del Papa Sixto III (432-440).

Con Sixto III un nuevo elemento entra en el cuadro litúrgico de la solemnidad. En homenaje a la divina maternidad de María sancionada en Efeso contra Nestorio, hizo realizar importantes trabajos en la basílica erigida por el papa Liberio en el Esquilino, llevándola hasta la majestuosa forma que aún hoy conserva Santa María la Mayor. Y construyó un praesepe, es decir una capilla reproduciendo la gruta de la basílica de la Natividad de Belén, de donde el nombre pronto dado a la Basílica, Sancta Maria ad praesepe. Se debió tratar de un hipogeo subterráneo, más bien restringido, que comportaba una exigua asistencia de fieles, porque en el año 1075, mientras Gregorio VII celebraba misa, fue arrestado por unos esbirros armados sin que el pueblo se diera cuenta.

Actual cripta-oratorio del Pesebre en Sta. María la Mayor
Es muy probable que Sixto III haya introducido la costumbre de celebrar la fiesta natalicia con un Oficio nocturno (Maitines y Laudes), de carácter mariano, diferente del que al mismo tiempo se cantaba en San Pedro, y precedido de la celebración de una Misa hacia medianoche en el oratorio del pesebre, durante la cual sabemos por San Leon Magno que el evangelio era el de la Anunciación. Es sumamente probable que esta conmemoración nocturna se encontrase inspirada por una costumbre análoga vigente en la Iglesia de Jerusalén hasta el siglo IV. La Peregrinatio Egeriae recuerda una estación nocturna que se realizaba en Belén la noche del 6 de enero, entonces fiesta de la Natividad. Nada extraño pues que a principios del siglo V, con las frecuentes relaciones existentes entonces entre Roma y Tierra Santa, se hubiese querido reproducir en la basílica liberiana, junto a la gruta de Belén, también el Oficio Nocturno que allí tenía lugar. Añadamos a todo eso el deseo de modelar una vigilia para Navidad similar a la celebrada en la Pascua y nos encontraremos con las bases litúrgicas de la actual celebración de la Navidad.
 
El Papa pues celebraba esta primera misa hacia medianoche, “ mox ut gallus cantaverit” antes de que el gallo cantase (de ahí la denominación de misa del gallo ), no sobre el altar de la Basílica, sino en el oratorio ad praesepium, justo detrás del altar mayor. Acabada la misa, en la cual sólo comulgaba él, presidía el Oficio de la Noche. En el siglo XII el oficio vigiliar se anticipó, y los Maitines se cantaban antes de la Misa, aunque el Papa no asistía: sólo celebraba la misa y asistía a las Laudes, después se iba a descansar, dice el XIV Ordine romano. El descanso sin embargo no era largo, porque summo mane (muy de mañana) acudía a Santa Anastasia a celebrar la segunda misa. Esta misa tiene un origen netamente romano.

La actual iglesia de Santa Anastasia (Bernini) en el Esquilino.
Hasta el siglo IV, en el Palatino, en el palacio del gobierno bizantino, existía un titulus Anastasiae. Nos encontramos con varias posibilidades: o es una iglesia edificada en la propiedad de una mujer piadosa de nombre Anastasia, o una iglesia dedicada al misterio de la Resurrección siguiendo el modelo de la Anástasis de Jerusalén. Lo que sí sabemos es que a inicios del siglo V fue introducido el culto a Santa Anastasia, mártir de Sírmio, la actual Sremska Mitrovica en Serbia, una importante ciudad de la entonces Pannonia romana. Santa Anastasia era muy venerada en Constantinopla y había sido degollada el 25 de diciembre del 304 en tiempos de Diocleciano. No hay que confundirla con la Anastasia que recuperó las reliquias de S. Pedro y S. Pablo y por ello martirizada y que es celebrada el 15 de abril ni con la Anastasia mártir romana, en tiempos de Valeriano que sufrió martirio el año 249.La iglesia tomó el titulo de Santa Anastasia.

El Papa Símaco (+514) insertó su nombre en el canon y el Papa Juan III (561-574) como una deferencia hacia la autoridad imperial bizantina, empezó allí a celebrar la misa en la fiesta de la mártir, que coincidía con la Navidad. Al principio fue una simple misa en honor de la mártir, sin ninguna referencia a la Natividad. El sacramentario Gregoriano la presenta incluso con un prefacio propio. Pero pronto se unió la conmemoración de la Natividad, hasta que esta le ocupó el lugar. La misa de la mártir desapareció y quedó únicamente la conmemoración.

De Santa Anastasia el Papa, al menos hasta los tiempos de Gregorio VII (+1085), se trasladaba a San Pedro donde tenía lugar la solemne Misa del Día. En esta misa diurna comulgaban tanto el clero como el pueblo, hasta que en el siglo XIV, la comunión de los prelados de la Curia se anticipó a la misa de la aurora en Santa Anastasia.

Esta estación en San Pedro, en un extremo de la ciudad, era muy incomoda para el Papa, cansado por las funciones precedentes. Por ello a partir del siglo XII el Papa saliendo de Santa Anastasia volvía a Santa María la Mayor donde cantaba la tercera misa.

El XI Ordine que describe el cambio de costumbres hace mención de una misteriosa ceremonia cuando el cortejo papal estaba a punto de subir al presbiterio, un doméstico presentaba una caña con un cirio encendido al Pontífice invitándole a dar fuego a unos montones de estopa colocados sobre los capiteles de las columnas. La extraña ceremonia, que en un principio pudiera expresar como la alegría festiva del día (como una especie de fuegos de artificio festivos) muy pronto fue entendida simbólicamente como un anuncio del fin del mundo por la vía del fuego. Ceremonia sustancialmente idéntica pasó al rito de la coronación pontificia cuando se quemaba tres veces estopa en un recipiente a vistas del Papa conminándole a recordar que “ sic transit gloria mundi”(así pasa la gloria del mundo).

Esta tradición romana, ya consolidada en el siglo VI, de las tres misas natalicias, al principio fue una costumbre reservada al Papa. Hacia finales del siglo VI encontramos en algunos sitios la costumbre de celebrar solemnemente en cada lugar tres misas, pero por tres sacerdotes distintos. A medianoche, al alba y a media mañana. Esta poliliturgia no fue común en la Iglesia antes del siglo X.

La actual praxis de que cada sacerdote celebre tres misas es más tardía aún. El primer testimonio es el del abad Pedro de Cluny (+1156) en sus Statuta.

En la misa nocturna durante muchos siglos el canto del Gloria estaba reservado a los obispos, los simples sacerdotes obtuvieron ese privilegio después del siglo X.

La misa diurna, aunque menos sugerente, era la más solemne. Hay que subrayar que en esa misa la oración colecta ( ut nos Unigeniti tui nova per carnem Nativitas liberet: quos sub peccati iugo vetusta servitus tenet ) usa dos términos correlativos: nova Nativitas (nuevo nacimiento) y vetusta servitus (esclavitud antigua) fueron así colocados en relación con la institución de la fiesta: nueva (nova) porque instituida en oposición a la antigua (vetusta) fiesta pagana del sol. Junto a este digamos juego de palabras con mensaje, un claro mensaje teológico: la nova Nativitas , es el singular nacimiento virginal de Jesús que inaugura la era de la gracia, mientras la vetusta servitus representa el nacimiento de los hombres bajo el yugo del pecado del que Cristo ha venido a rescatarles.

Después del siglo XI se introdujo casi universalmente el canto de la bellísima secuencia Laetabundus , atribuida a San Bernardo pero anterior a él. En Roma no se cantaba durante la misa sino en medio al banquete que el Papa ofrecía a los cardenales el día de Navidad.

Laetabundus Exultet fidelis chorus, Alleluia.
Angelus consilii Natus est de Virgine, Sol de Stella.
Sicut sidus radium, Profert virgo filium, pari forma.
Cedrus alta Libani conformatur hyssopo valle nostra.
Isaias cecinit, Sinagoga meminit, Nunquam tamen desinit esse caeca.
Infelix propera, crede vel vetera cur damnaberis, Gens misera? 

Es preciso que el coro fiel se alegre y regocije, Aleluya.
El Ángel del Consejo nació de una Virgen, el Sol (nació) de la Estrella.
Así como los astros tienen resplandor, así también la Virgen lleva al Hijo.
El Alto Cedro del Líbano toma la forma de un hisopo en nuestro valle.
Isaías lo anunció, la sinagoga lo recuerda, sin embargo nunca dejó de ser ciega.
Oh Infeliz! apresúrate y cree en las cosas que se anunciaron,
¿por qué quereis condenaros, gente miserable ?

El prefacio de Navidad quia per incarnati Verbi mysterium tiene la paternidad de San Gregorio Magno, detectamos facilmente en él su estilo y sus palabras.

Dom Gregori Maria

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