Estos días se decide si Europa sigue adelante o da unos cuantos pasos atrás. Es evidente de toda evidencia que hemos empezado la casa por el tejado, y que ni las paredes ni las columnas son capaces de sostener semejante techumbre. Estamos defendiendo un euro sin que haya una Europa que lo sostenga. ¿Cómo puede ser? Cuius est imago haec et suprascriptio? ¿De quién son esta imagen y esta inscripción? De Europa, es evidente. Pues con la misma lógica aplastante nos diría Cristo de nuevo: Dad a Europa lo que es de Europa, y a Dios lo que es de Dios.
Es que ciertamente Dios ha puesto un gran empeño en la construcción de Europa. Dios ha sembrado el mayor impulso de unión de una Europa que sería irreconocible sin la huella del cristianismo. La mayor parte de los caracteres que nos permiten visualizar hoy Europa como una unidad cultural y una fuerte afinidad política, con la democracia y el humanismo como aglutinantes, los imprimió el cristianismo.
Pero los que rigen el destino de Europa se han empeñado hasta tal punto en desligarse de este valor de su construcción y de su historia, que hasta se saltaron en la Constitución que no se llegó a aprobar, los más de mil años de historia cristiana que tan hondamente la marcaron, pasando de los romanos a la revolución francesa.
Lo peor de todo es que ese empeño por destruir la herencia cristiana no se limita a los aspectos ideológicos, sino que desciende a la praxis: es decir a las leyes, a las directivas, a las normas y a las políticas que inciden en las costumbres, a cuyo código llaman los griegos “ética”, y los romanos “moral”. Y por querer poner distancias con la odiosa moral cristiana, se situaron primero en la amoralidad; pero la ley inexorable del plano inclinado nos ha precipitado a la inmoralidad. Y ahí es donde está instalada Europa, creyendo que ése era un lugar sólido y confortable.
Y lo es para los inductores del actual estado de zozobra. A muchísimos otros en cambio, y van siendo ya muchos millones, la inmoralidad ambiental les está resultando de lo más inhóspito.
Europa, que aspira a ser una de las grandes naciones del mundo, se ha hecho la ilusión de que coronaba su construcción creando la moneda única, que es obviamente el fruto de una política monetaria única; una política fiscal igual para todos los países que se han integrado en la nueva nación; una política financiera también única; una política laboral y productiva también igual para todos sus miembros, de manera que al final no resulte que los más productivos exploten a los más rezagados; una educación homogénea que construya la auténtica igualdad de todos y profundice en su condición de ciudadanos y no súbditos; una moral y un código de valores común para toda la nación, de manera que funcionen todas las instituciones en armonía y remen todos en la misma dirección.
Coronando todo eso está muy bien la moneda única, que puede ser efecto de todos esos elementos previos, pero jamás su causa. Una moneda no unifica a un país, si antes no se ha convertido en uno solo. Al Banco Central Europeo, controlado mayoritariamente por Alemania, es que ni se le ocurre pagar las orgías de despilfarro de Grecia, España, Italia o Portugal. Se le retuercen las tripas cuando le hablan de comprar deuda de estos países para pagar los veintitantos chóferes asignados a un coche oficial; los miles y miles de coches oficiales, que decuplican el número de un país decente; los centenares de miles de enchufados en el sistema funcionarial, todos ellos ocupando puestos de poder, que no de trabajo, y con los más altos sueldos; amén de la cantidad monstruosa de asesores y altos cargos, con sueldos también monstruosos; los miles de empresas públicas en que colocan a los que no les han podido hacer sitio en la función pública; los aeropuertos sin aviones pero con personal de altos sueldos manteniendo en pie esa nada, y las líneas de alta velocidad para 15 personas. Los escandalosos privilegios de la clase política y sindical; el invento de las generosísimas subvenciones a sí mismos y a sus amigos, al tiempo que dejan de pagar prestaciones básicas a los parados, a los minusválidos y a los pensionistas de ínfimas pensiones; y un etcétera interminable. Y todo eso en países en los que el antaño mileurista se acerca vertiginosamente a los 500 euros si no quiere ir a engrosar el ejército de los millones de parados. Es normal que los países “normales” no quieran costear estas anormalidades.
Es evidente que una Europa con dos almas tan distintas y tan difíciles de conciliar, ni es una Europa ni puede funcionar con una sola moneda, de manera que los austeros paguen las juergas de los manirrotos.
Por eso es oportuno preguntarle Quo vadis (“Hacia dónde te evades”), a esta Europa que a pesar de su moneda única no hace más que huir de sí misma. Ya hemos visto que ni es ni puede ser el euro su más potente denominador común. No es que no sea su nexo de unión, sino que por el contrario está actuando como su más eficaz dinamitador. ¡Quién lo dijera!
¿Y cuál es el más sólido cohesionador y aglutinador de toda Europa? En este momento cuesta encontrar algo que nos una a todos los europeos. Hoy, en efecto, Europa no es más que un nombre geográfico en el que se engloban muchas naciones de muy diversa índole. Para el caso, lo mismo da decir Europa que Eurasia: amalgama irreductible e informe de países. Sencillamente, hoy es imposible construir Europa con los materiales de construcción y de destrucción que se manejan. Ahí tenemos la precipitada ficción del euro: un tremendo fiasco. Y sin capacidad ni voluntad de hacer otra cosa distinta.
Y sin embargo Europa ha existido y ha funcionado durante algunos siglos. La primera creación de Europa fue la romana, bajo el signo del imperium , incluyendo la ocupación del norte de África para rodear todo el Mare Nostrum. Y se perfiló como unidad política más nítida en el Imperio Romano de Occidente, separado del Imperio Bizantino. Tras el derrumbe del imperio por la invasión de los bárbaros, se mantuvo vivo durante mil años el empeño de restaurarlo mediante la fórmula del imperio carolingio y luego del sacro romano imperio germánico. Fue el primer reich .
Está bien que por debajo de la unión monetaria, y como condición sine qua non para que ésta se tenga en pie, aspiremos a la unión fiscal, a la unión financiera, a la unión política, a una mayor homogeneidad económica, jurídica y social; pero entre todos estos lazos de unión, no podemos olvidar la unión moral sostenida en una unidad de valores.
Y es en ese capítulo donde estamos soportando el déficit más desorbitado. La quiebra del sistema financiero, la quiebra del sistema productivo, la que le sigue del sistema fiscal, la que se ve venir del sistema político no existirían si no hubieran sido precedidas por la quiebra del sistema moral, por la renuncia a los valores sobre los que se construyó Europa. Ése es nuestro peor déficit. Ésa, la crisis moral, es la madre de todas las crisis que sufrimos. El nivel profesional y moral de los financieros que han llevado el sistema a la bancarrota, se comenta solo: no hay más que ver cómo han dejado las cajas de ahorros, que constituían la mitad del sistema. ¿Y qué decir del nivel profesional, moral y humano de los políticos que han contribuido a que llegásemos a la situación en que estamos?
Europa, hasta no hace mucho, tuvo una sola moral, que la mantuvo más unida que lo está hoy, a pesar de sus instituciones de cartón piedra y a pesar de su moneda única. El cristianismo fue su denominador común, sin que le hicieran mella las divisiones dentro del mismo: dispersos en el mando, pero unidos en los valores. Hoy en cambio ya no es referente para las instituciones y para las directivas la moral cristiana. Lo es más bien la inmoralidad. Pero ésta, al no tener más guía que el egoísmo, no une sino que enfrenta y separa.
La situación actual, cada vez con más víctimas de la inmoralidad de los que tienen en sus manos el poder político, el financiero, el fiscal, el económico, el judicial, se acerca cada vez más al primer derrumbe de Europa, con la caída del imperio romano a manos de los bárbaros. Se levantaron las bagaudas, nos dice Salviano de Marsella, porque tanto los libres como los siervos, “prefirieron vivir libremente con el nombre de esclavos, que ser esclavos manteniendo sólo el nombre de libres”. A eso vamos: a ser cada vez más esclavos de toda la inmoral trama de poder que nos tiene atrapados; pero luciendo, eso sí, el sarcástico nombre de libres.
Cesáreo Marítimo
Un rollazo impresionante!
ResponderEliminarY los que han permitido tal desastre... son los que lo tienen que arreglar !!!
ResponderEliminarMás impresionante es este rollazo que nos han traído los que han provocado esta sirtuación.
ResponderEliminarEl artículo es excelente y a mi- modestamente- me va aclarando ciertas cosas que los políticos en sus alambicados y machacones "rollos" nos dejan a la intemperie y no se entiende casi nada....
Le felicito por este escrito.
Añadiría al interesante escrito de Cesáreo,un tema que parece que todo el mundo quiere tapar sin entrar en profundidad a clarificar lo que está sucediendo con el Islam en Europa.A todos nos están llegando noticias de lo que está pasando en Francia,Holanda,Dinamarca,España,Inglaterra,donde se está dando mayor protección que a la Iglesia Católica,paises donde en algunos barrios se está aplicando la sharia y donde poco a poco van penetrando en la sociedad aprovechando el buenismo de la misma,dándose el caso de rezos multitudinarios en sitios públicos autorizados por éstos gobernantes,los mismos que prohibieron la celebración del Corpus en Toledo y intentaron prohibir la SALVE Marinera.No hay que ser muy inteligente para saber donde nos lleva todo éste desorden,si no se pone orden ,en muy pocos años estaremos gobernados por ellos .En paises donde intentan reacionar ,se dan cuenta que es demasiado tarde.En España estamos a tiempo si tenemos las ideas claras.Ellos si las tienen y además tienen toda la financiación que necesiten.Si aquí seguimos discutiendo que si son galgos o son podencos ,nuestro final será muy triste.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo, solo los ignorantes lo califican de rollo. Como es bien sabido, la historia de Europa no comenzó con la Revolución Francesa; esa historia solo le interesa defenderla a los masones, y el resultado ya lo vemos: el caos moral y económico por haber dado la espalda a Dios. Quiera Dios poner orden y la Virgen Inmaculada, cuya insignia de las estrellas ondea en la bandera azul europea,venza a las insidias del Maligno. Así sea.
ResponderEliminarEl artículo es muy bueno. Pero sobre esto lleva varios años hablando un gran pensador: el Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI. Véase por ejemplo su discurso en Subiaco año 1995, al recoger el Premio Carlomagno. Bendicto XVI ha tratado este grave y profundo tema en varios otros discursos; todos ellos clarísimos. Jaime Sánchez
ResponderEliminarMe corrijo: el discurso de Subiaco es del 2005
Eliminarla masonada progre despreció a JPII, y siguieron con su plan laicista mundano sin principios y negando el corazon y alma cristiano... lo demás: eurabia babélica sin remedio ya... ruina economica y socio-politica... genocidio abortil e insolidaridad.... consumismo y materialismo. El fin de la civilización judeo cristiana será el fin de la humanidad.
ResponderEliminarFIDEL: De rollo, nada. Excelente artículo. Si acaso faltaría señalar la relación de la crisis de la Iglesia con este vaciamiento de valores en Europa. Pueden ser interesantes a este respecto las declaraciones del rabino Yehuda Levin: La crisis de la Iglesia católica afecta negativamente a las demás religiones, incluida la suya.
ResponderEliminarY lo del premio Carlomagno después que se lo dieron a Felipe Glez., con la incomprensible presencia de D.Marcelo en el acto, creo que ha quedado bastante desacreditado.
¡Profético artículo! Muy buen nivel el de Germinans. Infocatólica... ¿dónde estás?
ResponderEliminarCasi como que medio tirando a del todo bien, aunque se desvía entre el pero y el porqué.
ResponderEliminarY es que al disociar lo que es Europa de lo que podría o debería ser y lo que nos intentan vender como tal, encuentro diferencias tan abismales, que estoy por llamar a cada intento con un nombre distinto, para no liar. No lo hago, porque veo probable el efecto adverso.
Europa, la salvada de la turbamulta mora, aquella que se guió por nuestros brillantes teólogos y Doctores de la Iglesia,[Luz de Trento, martillo de herejes... ya sabéis] no puede quedar como un simple orgullo, sino como un afán para el español, que empezó por amamantar en gram medida a la civilización occidental, para derramarse llevando su fruto maduro a las nuevas Indias.
No, nuestro cometido no ha terminado. ni siquiera es posible que finalice porque no tiene caducidad.
Desecho por completo la apología de una comunidad de represión, dedicada exclusivamente a labores de sobreestado y obnubilación legislativa. Esta iniciativa que tanta fuerza ha cobrado no guarda ninguna relación con las necesidades y derechos de los europeos, tampoco con los derechos que asistan a los propios legisladores, que se han alzado sobre nuestra voluntad por un lamentable arrastramiento de lo que en principio era un simple mercado que llegará hasta el ancillarismo total de las naciones. Ya el 80% de nuestras leyes han de estar sancionadas por "Europa".
Se pretende silenciar desde los años 80, pero recuerdo que la propaganda sobre una Europa unida, fuerte, consolidada, Kolosaal, corresponde a los wagnerianistas y formó parte toral del sistema de agitación y propaganda del partido nazi alemás, siendo uno de los recursos habituales que empleó Hitler en sus alocuciones menores.
Quito ahora a todas estas Europas de la mesa y os pongo a otra, la que entiendo en modo cristiano: Quiso Dios, en su poder, hacer Europa. Igual que quiso hacer nuestras vidas personales, igual que lo quiso todo. Y en este continente, puso a bárbaros invasores, civilizadores invasores, penurias y goces, carestías y lujos. Lo hizo porque las naciones necesitamos también en qué emplear nuestro quehacer común, a la vez que una concordiafraternal. Y lo hizo para probarnos, como en nuestras vidas personales recibimos pruebas. También, para empleo de los dones recibidos, como emisión de oportunidades para alcanzar mayor Gracia.
El resultado no es sorprendente: Las características espirituales son muy similares en vidas personales, familiares y comunitarias. Quedamos así bien orientados y con facilidad encontraremos nuestro cometido.
Don Cesáreo Marítimo ¿Será acaso usted parte de la solución a tanto mal en este mundo y no termina de enterar? Es que para engancharme a tantas noticias de una tirada a esta página hay que atarme a la mesa y silla y no vea por donde suena a profético el artículo, pero diría con bastante realidad, y al final leo Don Iñigo Ruiz y nos dais unas bofetadas de saber que no tenéis idea de lo bien que le irían a muchos por no decir a todos estas lecturas de gran calado espiritual, moral, económico, etc. Y no sigo a no ser que la lie.
ResponderEliminarSaludos a todos,
Marta