En la Festividad del Beato Josep Samsó
El Dr. Samsó en el reparto de premios del Catecismo |
Con motivo de la próxima fiesta del beato Dr. Josep Samsó y Elias (1 de septiembre), párroco de Santa María de Mataró, recogemos, a título de reflexión y por su actualidad –en Catalunya el reloj está parado desde hace décadas- , la primera parte del capítulo IV (sobre el sacerdocio católico) de la famosa entrevista entre el cardenal Ratzinger y el periodista Vittorio Messori que dio como fruto la publicación del Informe de la fe en 1985.
Al estar en crisis el concepto mismo de Iglesia, ¿hasta qué punto y por qué están en crisis los “hombres de Iglesia”? Dejando para luego lo que se refiere a los obispos, que necesita un tratamiento específico, ¿dónde cree Ratzinger que se encuentran las raíces del desencanto de los clérigos que en pocos años ha vaciado seminarios, conventos y presbiterios? En una reciente intervención suya, no oficial, ha citado la tesis de un famoso teólogo según el cual «la crisis de la Iglesia actual sería ante todo una crisis de los sacerdotes y de las órdenes religiosas».
«Es una tesis muy dura —confirma—. Es un j'accuse bastante áspero, pero puede ser que capte una verdad. Bajo el choque del posconcilio, las grandes órdenes religiosas (precisamente las columnas tradicionales de la siempre necesaria reforma eclesial) han vacilado, han padecido graves hemorragias, han visto reducirse como nunca el ingreso de novicios, y aún hoy parecen estar sacudidas por una crisis de identidad».
Más aún, en su opinión «a menudo han sido las órdenes tradicionalmente más “cultas”, más preparadas intelectualmente, las que han padecido la crisis más dura». Y ve una razón: «El que ha frecuentado y frecuenta una cierta teología contemporánea vive hasta el fondo sus consecuencias, y una de ellas es que el sacerdote, o el religioso, pierde casi por completo las certezas habituales».
A esta primera causa del “bandazo”, el Prefecto [Ratzinger] añade otras: «La misma condición del sacerdote es muy singular y resulta extraña a la sociedad actual. Parece incomprensible una función, un papel, que no se basen en el consenso de la mayoría, sino en la representación de un Otro que hace partícipe de su autoridad a un hombre. En estas condiciones sobreviene una gran tentación de pasar de aquella sobrenatural “autoridad representativa”, que caracteriza al sacerdocio católico, a un mucho más natural “servicio de coordinación del consenso”, es decir, a una categoría comprensible por ser meramente humana y además a tono con la cultura actual».
Si le he entendido bien, en su opinión, se estaría ejerciendo sobre el sacerdote una presión cultural, para que pase de una misión “sagrada” a una misión “social”, muy de acuerdo con los mecanismos «democráticos», de consenso desde la base, que caracterizan a la sociedad “laica, democrática y pluralista”.
«Algo parecido —responde—. Una tentación de huir del misterio de la estructura jerárquica fundada sobre Cristo hacia una plausible organización humana».
Para aclarar mejor su punto de vista recurre a un ejemplo de gran actualidad, el sacramento de la reconciliación, la confesión: «Hay sacerdotes que tienden a transformarla casi exclusivamente en una “conversación”, en una especie de autoanálisis terapéutico entre dos personas situadas a un mismo nivel. Esto parece mucho más humano, más personal, más adecuado al hombre de hoy. Pero este modo de confesarse corre el riesgo de tener muy poco que ver con la concepción católica del sacramento, en el que no cuentan tanto el servicio personal o la pericia del que está investido de este oficio. Sucede incluso que el sacerdote acepta conscientemente situarse en un segundo plano, dejando lugar a Cristo, que es el único que puede perdonar el pecado. Una vez más es necesario volver al concepto auténtico del sacramento, en el que hombres y misterio se encuentran. Hay que recuperar plenamente el sentido del escándalo, de que un hombre pueda decirle a otro: “Yo te absuelvo de tus pecados”. En ese momento —como igualmente en la celebración de cualquier otro sacramento— el sacerdote no recibe su autoridad del consenso de los hombres, sino directamente de Cristo. El yo que dice “te absuelvo” no es el de una criatura, sino que es directamente el Yo del Señor».
Mn. Segimon García, actual párroco de Santa María de Mataró |
Sin embargo, le digo, no parecen infundadas tantas críticas al “antiguo” modo de confesarse. Y me replica en seguida: «Me siento cada vez más molesto cuando oigo definir frívolamente como “esquemática”, “exterior” o “anónima” la manera que ha sido común de acercarse al confesionario. Y me suena cada vez más amargo el autoelogio de algunos sacerdotes a sus “coloquios penitenciales”, que, como ellos dicen, serán poco frecuentes, pero “como compensación son mucho más personales”. Si nos detenemos a reflexionar, tras aquel “esquematismo” de algunas confesiones de antes se hallaba la seriedad del encuentro entre dos personas conscientes de encontrarse ante el misterio desconcertante del perdón de Cristo, que llega a través de las palabras y los gestos de un hombre pecador. Y esto sin olvidar que en tantos “coloquios” excesivamente analíticos es muy humano que se filtre una especie de complacencia, una autoabsolución que —en la profusión de explicaciones— puede que apenas deje espacio a la conciencia de pecado personal, del que siempre somos responsables, más allá de todos los atenuantes que sean del caso».
Un juicio realmente severo, observo. ¿No corre el riesgo de ser, tal vez, demasiado drástico?
«No pretendo negar la posibilidad de reformar con sentido las formas externas de la confesión. La historia nos enseña al respecto tal gama de variantes que sería absurdo canonizar hoy, para siempre, una forma única. Hay en la actualidad quienes se retraen del confesonario tradicional, mientras que el diálogo penitencial les abre de verdad. En modo alguno quiero yo desestimar la importancia de estas nuevas posibilidades y sus frutos para muchos. Pero no es esto lo principal. Lo decisivo está más allá y es a lo que voy a referirme».
Volviendo sobre lo que considera las raíces de la crisis del sacerdote, me habla de la«tensión continua de un hombre que, como le sucede hoy al sacerdote, está llamado a caminar en muchas ocasiones a contracorriente. Este hombre puede finalmente cansarse de oponerse con sus palabras, y más aún con su modo de vida, a la obviedad de tan razonables apariencias como las que caracterizan nuestra cultura. El sacerdote —a través del cual pasa el poder del Señor— ha tenido siempre la tentación de habituarse a esta grandeza y de convertirla en una rutina. Y en la actualidad podría sentir esta grandeza como un peso, y desear (aunque inconscientemente) librarse de ella, rebajando el Misterio hasta su propia estatura humana, en lugar de entregarse a él con humildad, pero con confianza, para dejarse elevar hasta su grandeza»
El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit
perdón, va sin doble intención ni segunda lectura: ¿qué pinta el Segismón de la foto?
ResponderEliminarEl escrito se publica con motivo de la fiesta del Beato Dr. Samsó, párroco mártir de Mataró. Mn. Segimon es su actual sucesor
EliminarSerá porque Mn. Segimon no es un cura germinante? Uy! Qué malo soy!
Eliminar¿Mn. Segimon no es "germinante".
Eliminar¿Alguien se ha dirigido al hermano "Mn. Segimon" para hacerle las observaciones pertinentes sobre la poca fidelidad a su misión sacerdotal?
Hago estas preguntas sin tener la experiencia que podría representar para mí conocer al párroco de Mataró.
¿No sería un estilo más evangélico jacerlo de esta forma?
Los de Germinans creo que no entienden el evangelio, bueno lo entienden a su manera. Los buenos son ellos. Los que no piensan como ellos, son los malos. Fariseismo puro y duro.
EliminarEvangelio: NADA:
¡Y dale!
EliminarGerminans respeta la opinión de todos sus lectores y de sus comentaristas sea cual sea su opinión tanto política como eclesial. Esto es sentido de libertad y de respeto a la opinión de los demás.
Aquí escriben comentarios personas como David de Germà que es cristiano y defiende la independencia de Cataluña, y otros que quisieran que Cataluña no tuviera ningún tipo de autonomía o que se volviera al régimen de Franco.
De la misma manera aquí escriben personas muy alejadas a nuestra visión de Iglesia como Jordi Morrós, como otros que no aceptan el Concilio Vaticano II, y a todos les repetamos sus comentarios.
Lo que no se puede tolerar son personas que sistemáticamente critican a Germinans, sin tener en cuenta para nada el tema del artículo, y repitiendo siempre los mismo tópicos.
Si publico algún comentario de este tipo es para después quedarme a gusto, pero lo normal es que no se publiquen.
¡Qué bueno es Ratzinger! Qué claro, qué preciso, qué valiente y sincero. Lástima que no vea la misma claridad en su gobierno de la Iglesia, aunque reconozco que me faltan datos y no prentendo juzgar. Solamente contrasto la claridad pasmante de sus escritos sobretodo de su época de cardenal en Roma con el gobierno de la Iglesia.
ResponderEliminarje.je.je... i anti germinans... Se os ve venir de lejos...
ResponderEliminarA mi me parece que sí que va con segundas. ¿No fuera que el vicario episcopal Segis fuese un prototipo 100% de párroco absolutamente clericalizado, justito de formación, un poco manta y equilibrista, de doble discurso, medalla olímpica del nado a dos aguas, un tanto despotilla bajo una capa de tolerante "fill del Concili", y prebendado por Sistach por su obediencia y que reproduce y desea esta relación de prebenda/obediencia en su relación con los feligreses? ¿Habría llegado nunca a párroco de Santa Maria de Mataró de no haber rendido pleitesía a Sistach? En Mataró corren historias de su doble discurso que no son muy alagueñas. Mientras en Sant Josep permite las confesiones comunitarias, en Santa Maria mantienen una actitud muy ambigua en todos los aspectos. Rasquen un poco y verán que Santa Maria no ha mejorado mucho con la partida del párroco Barat. En resumen un clericalista de tomo y lomo.
ResponderEliminarHalagüenas se escribe con H y con DIERESIS.
EliminarHalagüeñas se escribe también con "eñe"...
Eliminar"Halagüeñas" se escribe como se pueda e igual las mujeres de Málaga
ResponderEliminarlo hagan mejor que las de Almería, por cuestión de parecidos.
En los comentarios a esta entrada, tenemos todo un mercadillo de rábanos tomados por las hojitas y da qué pensar cómo se puede haber llegado a estos planteamientos, si se ha leído la entrada.
Por cierto: ¿Lo habéis hecho?.
El dardo certero que marcaba el centro justo de la diana de la situación actual ha sido reemplazado por un cotilleo local y la guerrilla básica de "ytumases", tan típica de los blogs. Todo centrado en un personaje que se nombra muy de pasada y su foto. También de pasada (pero menos) se nombra al beato Josep Samsó, sobre el que no hay comentarios. Uno hay sobre el Papa, cuando es sujeto a la entrevista que se comenta, pero ninguno sobre lo que él dice.
Conclusión: Cuanto más apartado del tema esté lo que se comenta, más comentado será. Pero no es esta una entrada sobre las cuestiones accesorias de la ornamentación del tirador de la puerta secundaria, sino una aproximación a la problemática contemporánea del sacerdocio, de la Iglesia y de los fieles. Si es un tema que nos preocupa a todos, ¿Por qué nos vamos a discutir sobre otros?. Yo no pienso hacerlo.
A mí me preocupa esta manera de verse a uno mismo y no ver el resto, de humanizarlo todo hasta el infinito y de llevarlo hasta el yo más absoluto. Puestos ya en esta situación, ¿Cómo va a funcionar, si es la negación misma de lo cristiano y hasta a Cristo mismo?. Es una paradójica divinización de lo humano, que termina por rechazar a lo divino.