¿Con cuántos abortos nos conformaríamos?

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Está abierto en canal el debate sobre el aborto, porque ahora al gobierno, supuestamente antiabortista, le toca hacer algo con la ley que lo promueve. Y su tentación es la de pactar algunas modificaciones de la ley con el único objeto de reducir el número de abortos. Pero, amigos, una cosa es gestionar abortos y contabilizarlos al alza o a la baja según sople el viento (y obviamente, debe hacerlo quien gobierna; pero no quien dedica sus afanes a la defensa de los principios), y otra muy distinta es el debate de las ideas y la recuperación de las conciencias.

En este plano no valen los números, porque no hay diferencia entre la legalización y la promoción de un aborto o la de un millón (“ Quien hace un cesto, hace ciento ”). Y esto es así porque por el boquete por el que se cuela un solo aborto, por eses mismo boquete abierto en la legislación y en las conciencias, por ese mismo y sin necesidad de hacer mayor el descosido, se cuelan los 999.999 que faltan para llegar al millón. No son necesarios un millón de boquetes en la ley, en las instituciones y en la conciencia, para que se produzcan un millón de abortos: basta uno solo. 

Y hemos de luchar contra ese boquete único. Contra el boquete por el que se cuela el aborto (no los abortos, sino el aborto). Y está claro que el aborto no lleva incorporado entre sus cualidades esenciales la del número. Me explico un poco más claro aún: los abortos pertenecen al plano de la realidad: y se dan, igual que el robo, el asesinato, la violación, aunque la ley los prohíba y los castigue de la forma más clara y terminante. El aborto en cambio, es decir la cuestión de principios y de conciencia no depende del plano de la realidad. La calificación moral y jurídica de los hechos no nace de éstos, sino de la conciencia social.

Si estuviésemos discutiendo sobre la legalización del asesinato, el debate no versaría sobre el número de asesinatos que quedarían legalizados según tuviese la ley uno u otro articulado; porque la monstruosidad está en que la ley abra el camino a la legitimación del asesinato: aunque sea la de uno solo. Porque un solo asesinato es ya “el asesinato”. Al decir la ley que en determinados supuestos y siguiendo los requisitos establecidos, el asesinato es bueno, la ley dice llanamente que el asesinato es bueno. A partir de ahí, se desmorona cualquier declaración de maldad del asesinato. Con esa ley, el asesinato se convierte en un derecho de la sociedad y por tanto en un bien más del que ésta querrá disfrutar en la mayor abundancia posible.

Es que si la razón de la ley fuese el número, podríamos desarrollar en todo el mundo la ley de la pena de muerte. Por supuesto, con la misma hechura que tienen las leyes del aborto y la eutanasia: leyes redactadas de forma claramente restrictiva.

¿Y entonces? ¿Por qué no se promueve en el mundo y propiciándolo desde las Naciones Unidas una ley sobre la pena de muerte tan restrictiva como lo es la ley del aborto? En teoría, y siguiendo el articulado de la ley, el número de penas de muerte que finalmente se ejecutarían sería limitadísimo. Solamente se les aplicaría a esos casos tan singulares y tan excepcionales en que se entiende muy bien que ésa es la única forma 100% eficaz de que dispone la sociedad para defenderse de esos delincuentes.

Pues resulta que nuestra sociedad, tan amante de administrar la muerte a los niños aún no nacidos, a los ancianos muy provectos y a los enfermos muy enfermos, no está por la labor de legalizar la pena de muerte de manera totalmente análoga a como ha legalizado el aborto y la eutanasia, por dos razones: primera y más importante, porque de ese modo levanta el veto que pesa sobre la pena de muerte. Aunque se levante sólo para casos superexcepcionales, el veto queda levantado. Y la segunda razón es que por la ley del plano inclinado, levantar el veto aunque únicamente fuese para los casos más extremos, sólo sería el principio del levantamiento absoluto de ese veto. Es lo que está ocurriendo con las leyes del aborto y de la eutanasia: lo que en realidad hace la ley que los restringe, es promoverlos.

Y ahí, justo en la posición ideológica ante la pena de muerte (no olvidemos que es una bandera que ondea la izquierda como si fuese exclusivamente suya), tenemos el retrato de nuestra sociedad: los ideólogos nos dicen que es mejor que la sociedad asuma el precio de que sigan vivos esos grandes delincuentes (el precio es que salgan a la calle un fin de semana, unas vacaciones, en un tercer grado o definitivamente libres, y vuelvan a delinquir: ¡ocurre tan a menudo!); pues sí, dicen que es infinitamente mejor pagar ese precio de muerte de inocentes, que irrogarse el Estado el derecho de matar a los peores delincuentes, aunque sea por la justificadísima razón de defender de ellos a la sociedad. ¿Y eso por qué? ¡¡Porque la vida humana es sagrada e intocable!!

Pues sí, resulta que son esos mismos intransigentes con la pena de muerte, los de los supuestos en que se puede asesinar al no nacido, al viejo muy viejo y al enfermo muy enfermo. A ver si nos entendemos: no es que se les pueda asesinar sin más ni más. En absoluto, no seamos maledicientes, que la ley no dice eso. Lo que dice la ley es que sólo, única y exclusivamente en determinados supuestos, y con unos requisitos y controles extraordinariamente rigurosos, se pueden eliminar los críos aún no nacidos (excepto que no hayan alcanzado aún la condición de “bienes jurídicos” merecedores de “tutela”), los enfermos muy enfermos y los viejos muy viejos.

La cuestión es muy simple: en el caso de la pena de muerte, no se quiere recular ni un ápice, porque saben los abolicionistas que bastará la más mínima excepción para que la norma no sea ya de una sola pieza. Por eso no quieren hacerle ni el más pequeño roto. Y saben que es elevadísimo el precio que han de pagar por no hacerle ni un rasguño a ese principio: si ninguna persona puede disponer de la vida de otra persona, ni tan siquiera el Estado en nombre y en legítima defensa de millones de personas, no les queda más remedio que dejar a los peores criminales vivos y con el riesgo certísimo de que muchos inocentes sigan cayendo en sus garras. Pero tan sagrado consideran el principio de inviolabilidad de la vida, que no titubean a la hora de sacrificarle a este principio un gran número de inocentes, por defender la inviolabilidad de la vida humana, que en estos casos resulta ser la de los peores criminales. Es lo que tiene la defensa de los principios. Es lo que tiene ser personas con principios. Nunca sale gratis.

Y no les mientes a los defensores de los criminales el sufrimiento de las víctimas, porque eso es políticamente incorrecto: ellas no son el tema. En el NO A LA PENA DE MUERTE, las víctimas no cuentan, porque echan por tierra todos los argumentos. 

La paradoja, sin embargo, es que al tiempo que se asume un altísimo coste (en vidas de inocentes) por defender el principio de la sacralidad de la vida humana incluso si es la de los peores criminales convictos y confesos; al tiempo que renunciamos a la legítima defensa mediante la eliminación de esos criminales, nos apuntamos a toda clase de excepciones cuando se trata de defender el mismo principio de inviolabilidad de la vida humana, si esa vida es la de inocentes como los niños no nacidos, los enfermos muy graves o los ancianos ya demasiado ancianos.

He ahí por qué no hacen para la pena de muerte una ley igual de garantista en los supuestos, que las del aborto y la eutanasia. Porque su barrera no está en la reducción de las penas de muerte, sino en la PENA DE MUERTE CERO. Y si es éste el objetivo que persiguen, no les hace ninguna falta una ley de la pena de muerte con tres supuestos ni con trescientos. Porque esa ley tan restrictiva y tan sabia, lo único que conseguiría sería hacer buena la pena de muerte. Y los tres supuestos, como nos demuestra la experiencia, acabarían en muy poco tiempo convertidos en pena de muerte libre y a la carta.

Por eso está en el mismo orden de coherencia, que los defensores de la vida no entren en el juego de contabilizar abortos, sino que hayan optado por la eliminación de cualquier forma de protección del aborto por la ley y las instituciones; y por no dejar ni el menor resquicio de acomodación de la conciencia al aborto. Puesto que el aborto no es un bien para la sociedad, la única postura razonable al respecto es ABORTO CERO. ¡Feliz idea y feliz campaña!

Cesáreo Marítimo

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14 comentarios

  1. Es triste e incoherente el cortocircuito lógico que se da en lo que presentas:
    _¿Pena de muerte para culpables?= No, jamás.
    _¿Pena de muerte a secas? = No, jamás.
    -¿Pena de muerte para inocentes? Sí

    Demostración: Ante un caso de embarazo por violación, lo más frecuente es que el violador salga impune (Y casi siempre sale vivo*), mientras que el hijo -Que era la única parte en tela de juicio que no estaba en la fecha de autos- es condenado a muerte.
    ________________________________________________

    * Con la excepción de los cristianos acusados falsamente en países moros, en donde les lapidan aunque ni siquiera haya una mujer denunciando el hecho.

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  2. En http://blogs.hazteoir.org/admaioranatussum/2010/01/18/el-aborto-se-volvera-contra-ellos-y-contra-todos/ las consecuencias sociales de todo esto.
    Pero si lo que queréis son 150 comentarios en el mejor tono dialéctico que podéis encontrar en los blogs, la entrada que originó la citada anteriormente: "El holocausto actual, según uno de mis hijos. Blog de José Sáez", allí podréis admirar lo que es la pureza en versión chaval de la ESO que no se deja corromper por lo "políticamente correcto" sino que le arrastran la conciencia y el sentido común para nadar a contracorriente. Le basta una gota de lógica para desactivar muchos tópicos.

    Todo esto guarda un enorme parentesco con el pasaje del Génesis que trata sobre la manzana de Adán y Eva, ya que se trata de la concupiscencia, elevada a rango social o colectivo.

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  3. FIDEL: Excelente artículo aun cuando quizás debería quedar más claro que aborto y pena de muerte son cosas muy disitintas también porque en la segunda el acusado ha tenido un juicio justo en el que se ha podido defender y ha tenido que quedar demostrada su culpabilidad. (No hablamos aquí de casos como el de Lasa y Zabala que no fueron pena de muerte sino crimen de Estado) Mientras que en el aborto además de no haber posibilidad de crimen alguno tampoco la hay de que la victima pueda presentar sus argumentos o llevar a delante defensa alguna.

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  4. ¡Muy buen punto de vista! desde luego único, espero que llegue a la casta política porque esto solo acaba de empezar los provida han prometido no parar hasta que se derogue toda ley abortista, pobre don Mariano, entre los mineros, los sindicalistas, los sociolistos, nacionalistas, y etc. etc. Menudo chollo de país, como para salir corriendo.

    Ahora seriamente con esa mayoría Mariano venga a derogar ya la lacra del aborto, a tomar medidas firmes que si no se te suben al hombro!!
    Manuel

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  5. ¿Cuándo os involucrareis para que se acabe el holocauto de tantos africanos... y de tantos y tantos lugares de la Tierra donde estan muriendo continuamente de inhanición,
    agonizando, por dias, en brazos de famélicas madres, sin fuerzas para espantarles las moscas porque claudicaron sus brazos,o en un rincón solos plagados de moscas hasta el último álito de vida
    Todo ser humano, es imagen de Dios, sin escepción...
    Sólo Dios es justo,bueno,misericordioso porque mando a su Hijo para salvar a los pecadores y nos salvo desde el Amor único

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    Respuestas
    1. Somos varios los miembros de Germinans que colaboramos activamente en la lucha contra el hambre en el mundo, sobre todo económicamente apoyando instituciones católicas de confianza.

      Es triste, pero es muy difícil desde aquí cambiar las cosas. No sucede lo mismo con el aborto, ya que gracias a las movilizaciones y a las campañas se ha conseguido parar muchos abortos e incluso que algunos gobiernos hayan tirado para atrás leyes abortistas.

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  6. Lo de Aborto Cero me parece genial. La lástima es que nos dediquemos a sacar la mota del ojo del Dr. Morín o del Gobierno o de la Generalitat y tengamos una viga -abortos en San Pablo, Granollers, St. Celoni y San Juan de Dios- en el nuestro...

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  7. La página de Llisterri tiene miles de escritos, pero no he enonctrado ni uno sólo que se pronuncie contra el aborto.
    Pero claro siendo su co-presidente el socialista Pipo Carbonell se pondría en evidencia, todos sabemos que ha votado siempre a favor de las leyes del aborto.

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  8. el termino EL GENOCIDIO SILENCIOSO lo acuñamos en un manifiesto hecho hace seis años o asi en Valencia en las protestas frente a LA FE los 11-V enviado a toda España, que conste.

    La pregunta es en parte absurda... abortará quien quiera, y como pueda, y como le dejen... Lo que hay que hacer es criminalizar el acto y los sucesos, y sus causas, y que civilmente se le persiga al maximo. La Iglesia lo que no puede es ser abortista, por pasiva ni menos por activa. Debe ser profética, aun a costa de ser perseguida. Otra cosa no es cristianismo.

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