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Sin embargo, los portentosos éxitos en sus misiones en Cataluña, no son suficientes para el vicario de Sallent, que quiere llevar la buena noticia de la salvación hasta los confines del orbe. Además, tras la nueva rebelión armada de 1847, ya no era posible dar misiones en Cataluña . De este modo, el 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz embarcándose para las islas Canarias, con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Sobre su llegada escribe un biógrafo: “Es literalmente asaltado. Una cola interminable en los santuarios, en las entradas y en las aceras, hasta el punto de que circular resulta imposible. La policía debe velar por la seguridad del “santo” para evitar que sea ahogado por la muchedumbre. Y hasta los mismos guardias quedan rodeados y son empujados y casi aplastados por los fieles entusiastas.”
Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror…
El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas, sobre los tablados, en campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía, no cesó en su intenso trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Escribió mosén Claret en una carta al obispo de Vich el 27 de septiembre: “ Estos canarios me tienen robado el corazón… será para mí muy sensible el día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi ministerio” . Por ese motivo bajo el altar mayor de la Catedral y junto con otras reliquias, descansa un fragmento de su corazón.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones, prodigios, profecías y leyendas. Los canarios, con lágrimas en los ojos, vieron partir un día a su “padrito” y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo.
Estos éxitos, que pudieran molestar a muchas almas, no alteran en nada la profunda humildad del Padre Claret, que saca sus fuerzas en las fuentes vivas del sacrificio. Leamos, para convencernos, sus resoluciones interiores:
“Comer poco y trabajar mucho; dormir poco y rezar mucho; hablar poco y sufrir muchos dolores y calumnias sin quejarme en modo alguno. Una continua mortificación interna y externa. Pediré a Dios que Le conozca y lo haga conocer; que Le ame y lo haga amar, que Le sirva y lo haga servir. Iré con la presencia de Dios en mí. Recordaré la palabra del apóstol: Sois templo de Dios. Imaginaré continuamente que mi alma es María y mi cuerpo Marta: que Jesús se ha sentado en mi corazón. Tendré un corazón de hijo para Dios; para conmigo una severidad de juez; y para el prójimo un corazón de madre.
El santo misionero al regresar a la península se ha convertido en una verdadera celebridad nacional. El hombre de Dios parece tan inalcanzable que muchos de sus compañeros lo considerarán un “iluminado”. Sin embargo, poco a poco, tanto prelados como sacerdotes se van convenciendo y la Corte española llega a ser conocedora de los prodigios de este misionero catalán que desafía toda comparación.
No obstante todo esto, Antonio Claret gusta tanto como molesta o inquieta. Y a pesar de los vendavales de miedo e intriga en torno a su persona, el misionero continúa imperturbable ejerciendo su ministerio de amor.
Poco le importan los hombres y sus cálculos. Al contrario de la gente mundana, no aspira a ningún cargo, decidido en su camino y considerando todo a la luz de la eternidad.
Después de haberlo rechazado enérgicamente, y debido a la insistencia del Nuncio Apostólico, mosén Claret acaba aceptando a regañadientes la sede episcopal de Santiago de Cuba. Consagrado obispo el 8 de octubre de 1850, permanece en comunión absoluta de fe, de pensamiento y de acción con el Vicario de Pedro: considera que el cuerpo no puede existir sin la cabeza.
Y se preparará para desembarcar en la isla. Sabe que los cubanos son poco practicantes: más ligados a los ritos que a la fe verdadera, toda interior. De carácter insumiso y rebelde, y prontos a la revuelta, los isleños se encuentran en una situación particularmente delicada respecto a España. Claret sabe que su ministerio episcopal le impondrá una labor constante y pesada, que será una dolorosa cruz, llevada con sus sacerdotes y por sus sacerdotes, tantas veces escasos para las inmensas necesidades espirituales de la isla. Para buscar ayuda en esa labor ingente mantiene conversaciones y pide la colaboración de todas las congregaciones religiosas que con anterioridad habían sido suprimidas por el gobierno: lazaristas, jesuitas, benedictinos, hijas de la Caridad. Todo está preparado para el viaje…
(continuará)
Dom Gregori Maria
Que diferencia San Antonio Maria Claret con los ultimos obispos catalanes que hemos exportado, a cual peor: Buxarrais, Casaldaliga, Godayol...
ResponderEliminarEfectivamente:Obispos de lucifer.
EliminarSacerdotes de esa impostura idolátrica que es el humanitarismo-de uno u otro signo-,en el que el sitio de Dios es ocupado por esa entelequia que es "el hombre".Luego,pasa como le sucedió a Nietzche:Como cada hombre real,concreto,poco tiene que ver con tal idealización,se apostrofa de éste-de éstos-,por no estar a la altura de su ideal...
Afortunadamente,Dios no ama ideas,sino personas...
Afortunadamente,Dios no se idealizó,sino se ENCARNÓ...
Afortunadamente,SIEMPRE habrá APÓSTOLES como Claret...
RAMBLAS.