Definitivamente, estamos en tiempos de hedonismo exacerbado, que no soportan ningún sacrificio de ningún género. Y menos, los que desde que la civilización soltó el primer quejido, sirven para proveer a nuestra alimentación carnívora. Nuestra evolucionadísima civilización detesta los sacrificios. Y puesto que la Iglesia católica vive en el mundo y tira de él (eso era antes), o se deja tirar por él, he aquí que se ha apuntado con alegría a la nueva moda moral: exquisitamente moral (en griego, ética). Aceptando, eso sí, que la ética del mundo es superior a la moral católica. Y lo que toca hoy, es ocultar, y mejor aún, negar cualquier sacrificio. En eso anda la Iglesia, ¡tan modernista, tan moderna!
Evidentemente, el Novus Ordo (en esencia, la ocultación del sacrificio: para acentuar y resaltar el banquete eucarístico, hasta en el nombre) constituye no sólo un grave fraude litúrgico, sino también un escandaloso fraude teológico y antropológico. No olvidemos que la mejor construcción del hombre se ha hecho desde la teología.
A ver, que no es tan difícil entender que las civilizaciones, las culturas, las políticas y las religiones se mueven en torno a dos ejes vitales: la alimentación y la reproducción. Y los sacrificios tienen todo que ver con la alimentación. Los sacrificios regulan la muerte (e indirectamente, la vida) de las víctimas que nos han de servir de alimento. Y para consolidar su sacralidad y su sacramentalidad, su principal destinatario es Dios, y su destinatario secundario es el hombre. Se trata siempre de sacrificios de comunión, puesto que de ellos se ha de alimentar la humanidad: pero de forma santa, sagrada. Sacrum fácere: hacer algo sagrado.
El sacrificio, no nos engañemos, no tiene otro motivo que la alimentación. Si no es así, deviene inútil, arbitrario y hasta perverso. Todos los animales que matan, lo hacen para alimentarse. Por eso, cuando hablamos del Sacrificio de la Misa, contamos con que su culminación es la Comunión: alimentarnos del Cuerpo y de la Sangre de la Víctima. Por eso carecen de sentido tanto la Comunión sin Sacrificio, como el Sacrificio sin la Comunión. Ambos elementos son inseparables. Y es un Sacrificio de Redención: es la decisión de Dios, de convertirse Él en Víctima del Sacrificio, porque ésa es la única forma de redimir al hombre de su inclinación adquirida en el pecado original, a ser verdugo (¿o sacerdote?) de víctimas humanas.
Y hablando de sacrificios, díganme si es tanta la distancia entre los sacrificios a Moloc y Baal de víctimas proveídas por las madres, y los modernísimos sacrificios de hijos aún no nacidos, dedicados a la diosa Ciencia, auxiliada por la diosa Política. Son diosas que reclaman esos sacrificios de forma perentoria, prometiéndoles a las madres el papel de dignísimas sacerdotisas por cumplir una función sagrada, en vez de cargarlas con el sambenito de verdugos.
¿Pero qué nos ocurre hoy? Pues que nos hemos apuntado a la Comunión sin Sacrificio. Es que la modernidad, ¡tan moderna!, abomina de los sacrificios. A las almas sensibles de hoy les ofenden el sacrificio del toro y de la vaca (eso sí, sin renunciar al exquisito rabo de toro ni a la leche, la mantequilla, los quesos, yogures y demás exquisiteces que obtenemos de la vaca; y sin preguntarnos por la vida que llevan el uno y la otra); de ahí que esta humanidad tan humana en el sacrificio y tan inhumana en la explotación, ponga todo su empeño en ocultarnos uno y otro sacrificio.
En el espectacular movimiento animalista al que estamos asistiendo, lo esencial no es la eliminación de los sacrificios y de los métodos de explotación (indispensables, si no queremos renunciar al disfrute de la víctima), sino por encima de todo, evitar su exhibición, poniendo un cuidado exquisito en su ocultación. En esta nobilísima cultura, los centenares de millones de abortos producidos en el antaño occidente cristiano, se han incorporado adecuadamente al ámbito de las buenas obras, exactamente igual que en tiempos de Moloc, de Baal y de la ganadería humana. Eso sí, poniendo sumo cuidado en ocultar que la víctima es un ser humano: por eso se prohíbe mostrarles a las madres las ecografías que lo desvelan. Supremo ejercicio de hipocresía, del que se hace eco la Iglesia en el moderno formato de la Misa.
En efecto, puesto que la inmensa mayoría de pastores-doctores de la Iglesia se ha propuesto sintonizarse con el mundo, acercando su tierna sensibilidad a la del mundo, necesitaba proceder a un cambio profundo del antaño llamado “Sacrificio de la Misa”. Por eso, como quien no hace nada, han decidido mudar su nombre por el de “Eucaristía” (refiriéndose al banquete eucarístico, previo el sacrificio ingeniosamente velado), cambiando el altar del sacrificio por la mesa del banquete, siendo la asamblea de los fieles, la que se convierte en núcleo de la celebración. Ocupando el lugar que en la más antigua liturgia le correspondió a Dios. Pues como el cambio de nombres en el aborto.
Desde que me atrevo a razonar por mi cuenta, me siento profundamente impactado por el hecho de que el ‘Sacrificio de la Misa’ y la consiguiente Comunión, son de carácter inequívocamente antropofágico. Lo cual me ha llevado a pensar que la pulsión antropofágica de la especie humana debe de ser tan honda y tan genuinamente humana, que a Dios no le quedó más remedio que cortar por lo sano, mandándole al hombre, para redimirlo de esa terrible inclinación, a su Hijo: para que fuese Él la víctima sacrificada y Él el nobilísimo alimento humano, en vez de que lo fuese el mismo hombre, tan dado a alimentarse del hombre. Homo, hómini lupus.
Hasta llegar a la culminación del Panis Angélicus con la O res mirábilis, manducat Dóminum pauper servus et húmilis: ¡oh cosa admirable, come a su Señor el pobre y despreciable esclavo. Tantas vueltas le he dado al tema, que hasta me incliné a leer el pecado original, con la prohibición de comer los frutos del árbol de la vida, sublime metáfora, como gravísimo pecado de antropofagia de la peor especie: como pilar de la ganadería humana, que desembocaría en la ganadería tal como hoy la conocemos. Abona esta hipótesis, la metáfora del árbol de la Cruz, con su fruto, como redención del hombre por su atrevimiento a comer en el Paraíso del fruto del árbol de la vida.
El caso es que el Sacrificio de la Misa, perpetuación incruenta del sacrificio de la Cruz, es el único sacrificio que se mantiene aún en pie hasta el presente, resistiendo el paso de los milenios. Algo muy hondo y muy conectado con la realidad más íntima del hombre ha de tener el sacrificio de la Misa, para que se haya mantenido vivo a lo largo de tan dilatada historia de la humanidad. Pero por lo que estamos viendo con el capricho de la renovación de los ritos, corre un tremendo riesgo. Hasta el nombre ha perdido.
En efecto, sacrum fácere es hacer algo sagrado. Pero habiendo perdido nuestra época el sentido de la sacralidad hasta el punto que lo hemos hecho, ya no tiene ningún sentido para nosotros invocar la sacralidad de la vida ni de cualquier aspecto de ésta. El sentido profundo del sacrificio (incluso después de vulgarizar la palabra al límite que lo hemos hecho) es convertir en sagrada la muerte provocada por nosotros. Es decir, poner límites a la voluntad o al apetito de matar a nuestros cautivos-esclavos (¿y qué más cautivo que el aherrojado en el vientre de su madre?), sean éstos de la especie humana o de otras especies.
Y una vez más, hemos de volver a la reflexión antropológica para entender qué estamos haciendo. Parece que la cosa viene de ahí: matar a un animal o a un ser humano que tienes cautivo en tu casa (animal doméstico y por lo general, domesticado), no puedes hacerlo como se te antoje, porque se presta a gravísimos abusos en perjuicio de ese animal que ya por ser tu cautivo, lo tienes victimizado. Parece por tanto lo más decoroso que esas muertes estén sujetas a un ritual sagrado que las convierta en sacrificio, es decir en cosa sagrada. Con normas y rituales inviolables.
Pero aún hay más, y es que al haber sustituido la ganadería a la caza como medio básico de subsistencia, la principal razón de ser de los sacrificios es que sean “de comunión”, es decir que han de proveer a la alimentación de la sociedad que practica la ganadería (el cautiverio de los animales asociados) y los consiguientes sacrificios (en los que se ofrece su parte a la divinidad: de víctimas impolutas). Eso nos lleva inexorablemente a tener con las víctimas (con los animales que criamos para alimentarnos) un trato que los haga llegar al altar del sacrificio, de manera que no insulten ni empañen la dignidad del Dios que participa de nuestro alimento, y por consiguiente no representen ningún riesgo para la salud de nuestra alimentación. Pensemos en la primera barrera que pusieron los judíos, de los animales impuros: no sacrificables ni comestibles. Por supuesto que la gestión del alimento derivada de la ganadería, tenía que ser sagrada, para garantizar la salud de las víctimas en pro de nuestra propia salud.
Una última reflexión: es ley inmutable que, según cómo alimenta cada civilización su cuerpo, así alimenta su alma. La forma de alimentarse requiere valores y conductas que conducen a esa alimentación. Será cuestión de que nos hagamos mirar las formas con que obtenemos nuestra alimentación animal sin sacrificios (sin que haya en ella nada sagrado), para hacernos a la idea de cuál es nuestra forma de vida, y cuáles son los valores con que alimentamos nuestra alma. A este propósito es evidente que el Santo Sacrificio de la Misa, culminando en la Sagrada Comunión, ha sido el gran alimento del alma de la cristiandad durante casi dos milenios. Y quiera Dios que siga siéndolo, porque no sólo de pan vive el hombre.
Virtelius Temerarius
Estamos en el tiempo de montones de padres divorciados que han afectado negativamente a unos hijos, eso sumado a un sistema educativo que no educa pero trata de entretener como si fuera una guardería perpetua y a la permisividad de padres/abuelos/sociedad con pantallas de todo tipo que desequilibra mentalmente desde la más tierna infancia. ¿Puede alguien no explicarse por qué estamos donde estamos?
ResponderEliminarUno de los mejores artículos de denuncia que he leído. Hermoso donde tiene que ser hermoso e incisivo donde tiene que ser incisivo.
ResponderEliminarNo se ver la relación entre el bienestar animal y su sacrificio incruento con la Cruz. Perdone mi limitación.
ResponderEliminarEl Novus Ordo no es fruto del CVII, sino que va en contra de muchos puntos de la Constitución Sacrosantum Concilium. Por ejemplo:
ResponderEliminarLa Sacrosatum Concilum pide una revisión prudente de la Misa, y NO una Misa Nueva; pide que el sacerdote no cambie la Liturgia, que se conserve el latín, el gregoriano, el órgano……. nada de esto se respeta.
La idea de fondo que motivó el Novus Ordo, era acercar la Liturgia a la gente, pero este acercar no significó una formación litúrgica de los fieles, si no en hacerla más humana, y por tanto menos sobrenatural. La excusa era que la gente entendiera más la Misa, pero esto no se hizo mediante más formación, sino más vulgarización y por tanto, desaparición de la sacralidad de la Misa, con cantos buenistas, pero poco litúrgicos, con la Liturgia cara el pueblo en vez de cara a Dios, el centro de la iglesia ya no era Dios, puesto que el sagrario de sacó del altar mayor, y se colocó en una capilla, el centro pasó a ser el sacerdote, el presbiterio ya no era lugar sagrado sólo para el sacerdote y monaguillos, sino para cualquiera para leer las lecturas.
Se introdujo la comunión en la mano, cosa mucho más grave de lo que algunos piensan. Solo recordar que Lutero impuso la comunión en la mano para que la gente dejara de creer que aquello era el Cuerpo de Cristo. Aparecieron los ministros extraordinarios de la comunión, la comunión de pie en vez de arrodillado, etc, curiosamente TODO encaminado a perder la Fe. Y ciertamente que lo han conseguido: en EEUU se hizo una encuesta, y el 70 % de católicos practicantes, no tenían clara la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Ya no se habla de Transubstanciación, sino que” Cristo se hace presente”, y que cada uno interprete lo que quiera.
Totalmente de acuerdo con el Sr. Fred.
EliminarMás claro,agua.
Domingo 20 de julio:
ResponderEliminar- Homilía de Mons. Daniel Palau en el Santuario de Montserrat: una payasada. Se ve el nivel. Predicó cosas que los que lo conocemos no se las hemos visto jamás.
- Homilía Cardenal Omella con motivos ordenaciones sacerdotales: elevar el nivel sería recomendable. No era la ocasión para hablar de él ni de su jubilación.
ResponderEliminarRespondiendo al anónimo de las 19:37
Por lo que yo entiendo, la obsesión por el "bienestar animal" es de una hipocresía superlativa. Se nos oculta la tortura de las vacas para que nos den ese mínimo de 60 litros diarios de leche que se les exigen, al tiempo que nos muestran en los anuncios a esa vaca feliz que pasta en verdes prados, sin la horrorosa hipertrofia de las ubres con que se castiga a las vacas industriales.
Y luego, a esa vaca la sacrifican en secreto (que mostrar la muerte del pobre animal es tremendamente obsceno). Un sacrificio tan de quirófano, que quieren hacernos creer que es incruento (sin sangre); pero no lo es.
Y para que cale la lección profundamenter, nos muestran en contraste la muerte terriblemente cruenta del toro, y las nobilísimas manifestaciones contra ese horror y esa barbarie (la que se ejerce contra el toro, puesto que la sádica explotación de la vaca, aparte de que no se exhibe, está cargada de buenismo rematadamente hipócrita).
Y es aquí donde viene la comparación con el nuevo formato de la misa, en el que el sacrificio de la cruz queda relegado a un rincón de la ceremonia, cuando le corresponde ser el centro. Y a las palabras de la consagración, se les da un simple valor narrativo, y todos contentos.
Es que la sensibilidad actual no está para sacrificios: nos horroriza la sangre. Sabiendo que los fieles son de este mundo y de esta sensibilísima cultura, el nuevo rito de la misa oculta que en ella se perpetúa el sacrificio de la cruz, pero de forma incruenta: sin derramamiento de sangre.
Y por darnos la mano con nuestros hermanos protestantes, presentamos la misa como un símbolo en el que no hay misterio, no hay sacralidad, sino sólo memorial, sólo recuerdo.
La sensibilidad actual, tan dada a ocultar el inevitable sacrificio que exige el banquete eucarístico, no soporta la realidad auténtica de la misa.
Como dice Fred (comentario de la 1:08), falta formación litúrgica; y los fieles se traen la formación del mundo, que le cuadra perfectamente a la misa del Novus Ordo. Todo por no ir contra corriente,. El mundo manda. Y como se le ha ocurrido meterse en la misa, pues ahí lo tenemos.
Alguien me puede aclarar porque el evangelio del "endemoniado de Gerasa" el que Jesús curó y metió la legión de los diablos en una manada de cerdos, pues este evangelio tan espectacular se predica según el misal 2024 en lunes 29 de Enero del año pasado, cuando por ser tan espectacular se debería predicar en cualquier domingo que las iglesias se llenan más. Me pregunto, ¿cuando se trata de diablos y posesos, esto está vetado a los asistentes de misa dominical??. ¿¿Los temas sobrenaturales más fuertes son reservados para los que asisten a misa entre semana??, ¿¿Especialmente para jubilados y religiosos solo estos temas del Diablo y sus secuaces??. Pues no nos extrañamos que la Misa haya bajado en categoría sacrificial porque los que mandan rehuyen el sacrificio de predicar temas duros en los domingos y los reservan para entre semana, para ahorrarse problemas y contentar más a los parroquianos, clarísimo.
ResponderEliminarEn alguna web católica ya dejé escrito que bastantes católicos practicantes me han comentado su creencia de que la comunión es un acto simbólico, opinando que no se trata del cuerpo de Cristo, tal como practican los protestantes.
ResponderEliminarGuste o no, esa realidad existe.
Don Cigueña está mudo desde el día 16 .
ResponderEliminarLo han misericordeado o qué???
Muchas gracias.
Bueno bueno bueno... yo era monaguillo en el 1961. Todo en latín, claro, no me enteraba de lo que decía, ni mi madre menos pobre mujer, que en paz descanse. Mi padre no venia porque decia que no entendia nada. Solo las broncas del párroco a los hombres que salian a fumar o las mujeres que no callaban. Cuando me enteré de todo lo que hacia fue cuando estudié teologia y me acerqué a la SC que estudié con verdadera fruición.
ResponderEliminarPero vamos a ver señor Fred (frio), en el nº 7 dice: Cristo está presente en la acción de la Iglesia, sobretodo en las acciones litúrgicas, tanto en la persona del ministro, "que ofrece por ministerio de los sacerdotes aquel mismo que en aquel tiempo se ofreció en la cruz (Trento, sesión XXII). Entonces eso de sacar el santísimo del Altar y ponerlo en una capilla, que en muchas iglesias no se hizo y continua en el altar, qué importancia tiene cuando en el momento de la celebración eucarística Cristo está presente.
Además en el nº 14 el concilio llama a una participación activa, que en el 2º párrafo dice: al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener "muy en cuenta" (el entrecomillado es mio) esta plena y "activa participación" de todo el pueblo porque es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano...
En el nº21, dentro del capitulo III: reforma de la sagrada liturgia, dice: ... los tetos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen co maor claridad las cosas santa que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, ACTIVA y COMUNITARIA (facile percipere atque plena, actuosa et communitatis propria celebratione participare possit). Entonces no nos venga con que el Concilio proponía, si proponía que se hiciera pronto y sin retrasos para que ese pueblo pudiese participar en el "sacrificio mio y vuestro agradable a Dios padre todopoderoso".
Podriamos hacer una clase de Liturgia pero no es conveniente aquí y ahora.
Entonces, El Concilio sirvió para poner al dia la iglesia y ahora queremos que vuelva a tiempos pasados que para algunos fueron mejores pero para otros no tanto. Yo me quedo con la liturgia actual porque soy hijo del Concilio y lo que los Padres conciliares acordaron me parece muy bien.
Y le diré que la crítica que usted hace de que en el presbiterio puedan acceder otras personas a parte de los monaguillos y monaguillas y los clérigos (más el sacristán), tiene un tinte muy pero que muy misógino y sectario que es lo menos cristiano que podemos pensar. Una mujer que lea los textos sagrados, que posiblemente es la madre del sacerdote oficiante, tiene tanta dignidad como el clérigo más reputado (que puede que tenga una doble vida y nadie conozca). ¿Quién es usted para dudar de la nobleza de las personas que acceden a ese "lugar santo"? Para cerrar, el nº 26 dice: Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es "sacramento de unidad", es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos.
Entonces, como dicen en la litúrgia ortodoxa, LO SANTO PARA LOS SANTOS, este pueblo santo congregado no es digno de subir al presbiterio y proclamar la PALABRA DE DIOS?
Que tenga feliz verano.
Siga, siga así. Su generacion progre ha vaciado las iglesias, parece que no estara contento hasta que cierren todas.
EliminarA todo esto habría que añadir la perspectiva histórica de que nada de esto es nuevo: tiene sus precedentes en la reforma luterana que, para insistir en la dimensión de banquete a expensas de la de sacrificio, aplicó muchos de los cambios que vemos hoy, desde la comunión en mano a sustituir altares por mesas de comedor, incluso de madera, como hizo Thomas Cranmer en la Inglaterra de Enrique VIII. No es casualidad que desde los años setenta se hayan empeñado en demoler altares históricos para sustituirlos por mesas de planchar para celebrar el "banquete" versus populum. No es de extrañar, pues, que la fe de los católicos se acabe luteranizando, puesto que lex orandi, lex credendi.
ResponderEliminarEn la Misa recreamos el Sacrificio de la Pasión y Muerte del Señor, con su Resurrección. Por eso es el centro de la vida del cristiano. El cordero pascual es Cristo muerto y resucitado, cuya sangre, en la que hemos sido bañados, nos purifica y salva. No sé cómo preparan a los que se encargan de la celebración de la Palabra allá donde no hay sacerdote. Pero sería aberrante que los fieles perdieran la noción de centralidad del Sacrificio. Este no es la "reserva", el copón que se guarda en el sagrario para que lo repartan los que sustituyen al sacerdote. Son las palabras sacramentales que convierten el pan en Cuerpo y el vino en Sangre. El anuncio (la predicación) está muy bien, las lecturas son orientadoras, pero la vida del cristiano viene de la Eucaristía, del Sacrificio Redentor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.
EliminarUna de las razones aducidas por los Reformadores del siglo XVI para impugnar el carácter sacrificial de la eucaristía era que el sacrificio exige una "mactatio" o inmolación, pero es imposible que el Resucitado pueda volver a ser inmolado. Una objeción en la que coinciden tanto M. Lutero como J. Calvino, y de la que, en los debates de Trento, se hará eco Melchor Cano.
ResponderEliminarManuel Gesteira Garza. "La Eucaristia, como sacrificio incruento en la tradición patrística". Estudios Eclesiásticos, 64 (1989), p. 401.
La biblia es clara, hubo un único y completo sacrificio, el de la cruz. No hay más sacrificio. En la Santa cena o fracción del pan se hace memoria espiritual de ese sacrificio y la Resurrección, y en relación a la Redención del AT y el NT que no es poco... Todo lo demás son teologías humanas
ResponderEliminarPuesto que Dios no está limitado ni por el espacio ni por el tiempo, este mismo sacrificio se hace presente tanto antes como después del viernes santo, sin dejar de ser el mismo sacrificio que resuena a través de los siglos de los siglos. Por eso, en la Biblia, cuando Jesús se ofrece como oblatio el día anterior, dice "este es mi cuerpo" (Mt 26, 26) no "esto representa a mi cuerpo" o "digo que esto es mi cuerpo pero os estoy mintiendo". Pretender lo contrario sí que es "teología humana", ya venga de Ginebra o de un atracón de ginebra. Digo.
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