Es el spot más sublime sobre el tema de la amistad. Firmado por dos amigos de toda la vida, primos por parte de madre y gemelos por los sueños del corazón. Y sin embargo uno, el Bautista conocido como Juan, tuvo un maltratado inicio: los números del cielo le son adversos. Porque si hubiera querido hacer carrera entre los profetas, hubiese nacido demasiado tarde: sobre Zacarías ha recaído el peso y el honor de ser el último entre los voceros del Antiguo Testamento. Si hubiera querido hacer carrera entre los apóstoles, hubiese nacido demasiado pronto: los primeros pescadores de Tiberíades -sobre los cuales recaerá el título de primeros entre los discípulos de Cristo- estaban aún aprendiendo los secretos de su oficio de sus ancianos padres. En resumen: demasiado pronto o demasiado tarde. La del Bautista estaba llamada a ser una historia de fracaso. Dos contratiempos para otras dos tentaciones. La primera: la de considerarse un desgraciado leyendo las constelaciones, porque nacer bajo una buena o mala estrella es la disyuntiva para quien decide organizarse la existencia. También él, aunque pariente de un Primo tan esperado como imprevisto, quizá hubiera podido mirarse al espejo y decir: «estoy demasiado cansado y confundido. Nadie me comprende. Nadie me quiere. Todos están contra mí. Nada me sale bien. Él sí que es inteligente. Ella sí que es bella. No soy capaz. Ni lo intento. No lo conseguiré nunca. Total, no servirá para nada. Después de todo: ¿Qué dirá la gente? ¡Ay si tuviera, ay si fuera…!
Si hubiese reaccionado de esa manera, ¿dónde hubiera acabado el evangelio? ¿Y él? Quizás hubiera acabado en la portada de cualquier revista del corazón. En cambio vivió el silencio atrevido del desierto: cosas para gentes de corazón, de hígado duro, de ardiente pasión.
Pasada la primera tentación vino la segunda. La que hubiera podido lanzarlo hacia el Olimpo de los gigantes. Total, para la galería era él el Mesías: carisma, atractivo, inspiración poética y mirada de profeta, corteza de duro y encanto de noble. Conquistador de corazones, mago del alma, insobornable como hombre. Podía cambiar la historia a su favor, atribuirse todos los aplausos, robar la escena al Primo. Todos le hubieran creído. En cambio él, profeta de la amistad, aleja a todos de él y los une a Cristo: «He aquí el Cordero de Dios». Y mientras todos huyen de él -parece que en todo tiempo y lugar a la gente le guste subirse al carro vencedor- su corazón está alegre porque se ha realizado como hombre: él tenía que preparar el encuentro. El Otro tenía que pasar por delante e invitar a los demás al seguimiento. Dos tentaciones superadas y el Bautista, el hombre de los tiempos equivocados, se convierte en el hombre justo en el tiempo puntualísimo, aquel que está grávido de salvación. Es el Primo quien se saca el sombrero frente a aquel gesto. «¿Qué habéis salido a ver, un profeta? Sí y os digo, más que un profeta.» No hay un reconocimiento más hermoso en toda la Escritura: Jesucristo recoge el manto del amigo Bautista y lo exalta porque más que la forma ha guardado la sustancia. Ha preferido la humildad al obsequio fácil. La simplicidad a la diplomacia. Una cabeza cortada al silencio mezquino. Uno ha preparado, el Otro ha cosechado. Ambos sin celo y sin recelo alguno entre las gestas de sus corazones.
Al Bautista le tocó allanar el camino, ser la voz de la Otra Voz, cargarse a hombros aquella gente que lo creía el Cristo. Le ha tocado en suerte dejar la cabeza como prenda, cabeza que caerá macabra y oscura en la bandeja de una apuesta. Al Primo le ha correspondido el resto: sobre los mismos caminos unirá el Cielo con la Tierra, narrará lo inaudito de un Dios festivo, ensanchará los horizontes de casa de la gente de Palestina. El depósito del primo (jamás restituido) fue la cabeza. El suyo, el cuerpo entero. Al Bautista una bandeja, a Él una Cruz. En medio el sabor de una amistad amable y sin celos. Dos historias que han cambiado el mundo. Apreciándose y respetándose.
En una era regresiva como la nuestra de comadrejas y de zarigüeyas cobardeando y olisqueando dinero y fama, se me antoja casi un mito la persona de San Juan Bautista... pero no, ahí está...
ResponderEliminarUn detalle que no se predica en las encíclicas y docus de los obispos es que el Bautista defendió el verdadero Matrimonio, criticando a Herodes que este estaba aparejado con la mujer de su hermano.
ResponderEliminarLos obispos escriben encíclicas?
EliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Garrell.
ResponderEliminarEl OBISPO de Roma escribe Encíclicas.
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