ENTRE EL FINAL Y EL FIN: DOS MIRADAS DIVERSAS
Un matiz gramatical para paladares refinados. Leyendo el final, la aventura cristiana aparece como la mayor quimera de la historia. Tantus labor non sit cassus: tanto trabajo para nada. Sin embargo si la escrutamos con un fin, la sorpresa tiene el sabor de las conquistas que escriben la historia. Mi historia avanza hacia una meta, hacia un fin. Entre el final y el fin discurre el gran río de la humanidad: hay quien lee el evangelio con los ojos tristes y funestos de quien no tiene esperanza; y hay otros que con el mismo evangelio se adentran con mirada confiada, aquella confianza que no es optimismo a bajo precio sino conciencia de Aquel que posee el regalo de la confianza. Aquí abajo está surgiendo un alba, están presentes las primeras luces de una Pascua que se están encendiendo, se advierte el eco de los ensayos musicales de un Dios que está organizando la fiesta de inauguración en lo Eterno. En medio un río -quizás el último, o bien el penúltimo, lo más probable es que sea uno de tantos que aún hay que cruzar-: en esta parte, mi historia; en la otra orilla, la historia de Dios. En medio, la eterna diatriba entre la esperanza y el desánimo, entre la inquietud de la búsqueda y la euforia de la sorpresa, entre la tristeza del Viernes Santo y el gozo de la Pascua, entre la sospecha y la desconfianza de que exista un Dios celoso que me ha abandonado en el mundo (vieja trampa de la serpiente) y apasionada confianza en un Dios que pide poder escribir una historia en mi compañía.
Es la biografía de la Belleza narrada por los evangelios. Una belleza que no está obsesionada en hacerse notar: sería una belleza vulgar. Es simplemente una Belleza bella. Un espacio en el que uno se encuentra bien, tan bien que uno quisiera apearse de cualquier otra, porque aquella Presencia es la raíz y la aproximación del más modesto y excelso de los deseos humanos: “Maestro, qué bien se está aquí”. Sin embargo aquí no nos podemos quedar. Este es el drama del mundo que sumergido en la Belleza puede hacerse adulto, que pierde los trazos de la infancia -nostálgicos pero pueriles- y se reviste con el traje de las cosas maduras. “Os perseguirán entregándoos a las sinagogas, arrastrándoos ante reyes y emperadores” Y el motivo está pronto dicho “A causa de mi nombre”. Masacrados y burlados por ser de Él, ultrajados y ofendidos por estar enamorados, alejados y segregados por ser capaces de imaginar un futuro diverso, hasta dar la vida para que aquel sueño se convierta en signo. El Hombre de los Evangelios es realmente extraño: no elude, no ahorra, no comercia. Presenta la meta sin esconder las insidias del sendero, anticipa la Belleza última sin desconocer la obra de la Mentira, invita a la perseverancia sin callar la dificultad de la persecución. Anticipa el secreto último de la victoria: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas, salvaréis al mundo…
Estaba escuchando no el Dies irae que usted menciona, Mosén Francesc, sino un corrido de los mártires cristeros mexicanos que habla de la perseverancia en la fe, incluso cuando uno se juega la vida sin mertáforas. A tiro seco. Muchas gracias, por su glosa.
ResponderEliminarGracias Mossèn por esta reflexión y por su anécdota personal, trazo de estilo muy adecuado para llegar al lector. Me ha impresionado.
ResponderEliminarAlgunos de entre los primeros cristianos esperaban que la Segunda Venida era inminente. Pensaron que el fin de los tiempos estaba cerca como tantos augureros y profetas de poca monta todavía hoy; esto ayer, como hoy, les llevaba a algunos de entre aquellos a no hacer nada y a ocuparse de todo. Ayer y hoy. "Jack of all trades, master of none".
Me impresiona también el don del trabajo, que Dios nos ha dado y que, muy lejos de castigo (fue anterior al pecado y al destierro) era una llamada a gozar de la creación que nos regalaba y a ser colaboradores suyos en esa Creación digamos continuada... sea de mantenimiento o de mejora, sea en infraestructuras o en cohesión de la única raza que somos los hijos de Dios.
El trabajo, a pesar de las penas, es esa oportunidad de pasear por la calle y la oficina con Dios cada día. Impresionante esta nueva era nuestra que, a diferencia de otras que podían caracterizarse por una pieda más martirial, es una "piedad laboral", re encontrar a Dios en el trabajo y los trabajos de cada día, el profesional y el familiar, incluso la búsqueda de Trabajo. Ya a gran Teresa nos recuerda que Dios anda entre los pucheros. Como Ovidio con Dante, nuestro Ángel también nos acompaña, para que nuestro pie no tropiece en el camino... Omella es un gran devoto del Ángel de la Guarda, me confesaba. Me gustan estos textos de San Juan Pablo II:
«El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el amor a la obra que Cristo ha venido a realizar (cfr. Jn 17, 4). Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz. Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra verdadero discípulo de Jesús llevando a su vez la cruz de cada día (cfr. Lc 9, 23) en la actividad que ha sido llamado a realizar» Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981, 27.
San José, enseñando a Jesús su propia profesión, «acercó el trabajo humano al misterio de la Redención» Exhort. Apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 22
Gracias Mosén por su magnífica Homilia Dominical.Al Sr.Picazo le querria hacer un INCISO,era VIRGILIO quien acompañó a DANTE en su recorrido INFERNAL Ect...NO OVIDIO,ayyyy!!!como andamos de LITERATURA Señor.
ResponderEliminarCierto, gracias contertulio amable. Gracias por hacerme notar mi error. Es uno de las obras de misericordia.
EliminarLe apunto también que ha cometido Usted 21 faltas de gramática en su apunte.
Y si en lo único que se fija es en lo que ha comentado, que debe hacerlo, para poner una coletilla de sabiondo, le añado que, ¡Ay!, ¡cómo andamos de lengua!
picazo FOREVER!
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