TOCAR NUESTRO CORAZÓN Y DARLE UN VUELCO
Todo eso es verdad; pero releyendo más veces este fragmento siento cada vez con mayor fuerza que esas palabras y esos gestos proféticos de Jesús van dirigidos a mí y a mi manera de creer, a mi relación con Él. He aquí pues la necesidad de que en este tiempo de Cuaresma el Señor venga a volcar, a trastornar de alguna manera nuestra fe, redescubriendo y restableciendo una buena relación con Él a través del Misterio Pascual. La semana pasada os decía que la mayor prueba de nuestra vida es la de fe: porque equivocarnos acerca de Dios es lo peor que nos puede ocurrir. Equivocarnos en nuestra relación con Dios realmente significaría no sólo transformar nuestra fe en un mercado, donde reina la confusión y se establece una relación con Dios falsa y desviada, sino que si Dios es amor, equivocarnos en nuestra relación con Él, significaría equivocarnos sobre el amor, sobre la relación con los demás y con nosotros mismos.
Esta es la razón por la que Jesús en este evangelio nos empuja a “volcar”, a tirar por tierra nuestra fe prostituida en alguno de sus aspectos:
Jesús trastorna nuestra relación con Dios: el Templo y la Ley son para el pueblo judío el signo de la comunión con Dios. Jesús quiere purificar esta comunión donde la observancia escrupulosa de la ley y las prácticas cultuales del Templo, como la ofrenda de sacrificios, han ofuscado si no pervertido al absoluto en la alianza entre Dios y los hombres, que es la iniciativa gratuita del amor de Dios que libera al hombre y lo capacita para el bien. En la primera lectura esto aparece muy claro: “Yo soy el Señor tu Dios, que te ha hecho salir de Egipto, de la condición de esclavo”. El absoluto de nuestra fe es pues esto: hacer experiencia de la misericordia de Dios, de su Redención del todo gratuita e inmerecida a través de su misterio de muerte y resurrección.
Hacer una experiencia personal del amor totalmente gratuito de Cristo que nos salva, no porque nos convertimos en discípulos perfectos y devotos, sino porque hemos sido tocados en el propio corazón por este amor crucificado y resucitado que nos abre a la Vida verdadera y nos permite decir “creo en ti Jesús, confío en ti y me fío de ti”.
Jesús sabe muy bien que para recuperar al hombre hay que tocar el vacío de su corazón (Él conocía lo que es el hombre en su corazón). Sobre nuestro tejado está la elección de dejarnos tocar o no. Nuestra fe nace de hecho de una experiencia de orden afectivo (no sentimentalismo) donde Dios toca el corazón del hombre, su vacío, a través del amor pascual de Cristo que le regala el don maravilloso y gratuito de sentirse autorizado a vivir y sentirse justificado. No es Dios quien compra la benevolencia de Dios con los sacrificios en el templo, sino Dios que conquista el corazón del hombre con el sacrificio en la cruz, manifiesto evidente de su amor. Cada vez que celebramos la santa Misa entramos y tocamos ese templo que es el Cuerpo de Cristo.
Desgraciadamente Jesús encuentra en el templo y continúa encontrando hoy en día, hombres que alejándose de Dios o construyéndose una falsa imagen, se sienten empujados a construir su propia vida únicamente con sus propias fuerzas o se empeñan en reapropiarse de la benevolencia de Dios sólo con sus propias fuerzas. Son personas que desesperadamente buscan ser buenas, tener éxito, ser productivas, llegando incluso a ofrecer o destruir lo mejor que han producido en aras de un reconocimiento de parte de Dios o de los demás. Es esta idea de Dios la que lo trasforma en un Dios tirano, que transforma los diez senderos más seguros de la vida en 10 mandamientos; que transforma nuestra fe en religión y preceptos; que convierte al hermano en adversario.
San Francisco y el hermano León |
La Cuaresma es tiempo para trastornar nuestros “sinceros” momentos de oración y de participación en la comunidad, mientras continuamos calumniando a nuestros hermanos; tiempo de volcar las prioridades de nuestra vida que a menudo esconden perezas con respecto a los caminos fatigosos del hermano pobre o enfermo; tiempo de abatir nuestras mentalidades mundanas mal revestidas o camufladas de sentimientos evangélicos, convirtiéndonos en maestros de compromisos acomodaticios respecto a la incomodidad del evangelio.
¡Ven, Señor, y con tu misericordia y tu amor toca y trastorna mi corazón!
Fr. Tomás M. Sanguinetti
Fray Tomás. gracias por su puntual Glosa de este III Domingo de Cuaresma.
ResponderEliminarCuando Jesús llega al templo esto es lo que se encuentra: el pueblo ha hecho del templo y del culto el centro de su fe y ha falsificado la alianza convertida ahora en un negocio.
Él, es el que va restaurar la alianza hecha con Noé, Abrahán y Moisés, la cruz mostrará cuál es el compromiso de un aliado con Dios: la donación de la propia vida. Entonces: “Haciendo un azote de cordeles, los hecho a todos del templo”, en esa ira justiciera hay algo de la ira del Sinaí: la ira contra la hipocresía y la superficialidad religiosa.
No hay peor justificación para nuestras acciones interesadas que decir que estamos cumpliendo la ley y situarnos bajo un manto religioso, esto da pie a los abusos, sobre todo a la expoliación del prójimo. Inmediatamente se inicia un diálogo de sordos que conduce al absurdo:”Destruir este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron: Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo”. Unos hablan de una cosa y Jesús habla de otra. No hay entendimiento.
En la nueva alianza como luego nos dirá Pablo: “todos somos templos de Dios”. Dios quiere vivir en el pueblo y con el hombre, quiere unos hombres-templo, casa y propiedad suya.
¿Cómo hemos podido alejarnos de esta intuición y convertir el cristianismo muchas veces en un conjunto de leyes, preceptos y cultos sin más?
¿Cómo los laicos dejaron de tener conciencia de su ser sacerdotal y profético y ese sacerdocio sea exclusivamente jerárquico y con poca participación del pueblo en los problemas de la comunidad?
¿Cómo entre nosotros mismos cuando hablamos de la Iglesia, no nos referimos a los millones de fieles, templos vivos, sino a la jerarquía?
¿Cómo para muchos esta Iglesia no se considera que haya hecho una alianza con Dios, sino una alianza con los ricos, los poderosos, los privilegiados, aunque todos sabemos de su dedicación a los pobres?
Esta Cuaresma nos invita a profundizar en el sentido de nuestra alianza, a tomar personal y comunitariamente la vida en nuestras manos y ponerla delante de Dios y los hermanos.
Nosotros sabemos y decimos con San Pablo: “que la fuerza y la sabiduría de Dios”, es la relación amorosa que Dios establece, por medio de Jesucristo, con la persona humana y nos dejamos sanar, en lo profundo del corazón para ir cumpliendo nuestra alianza día a día.
La paradoja de la fe y la nueva alianza, es lo ridículo de un Cristo colgado en la cruz (“escándalo para los judíos, necedad para los griegos”) y de un pan compartido con amor, está es la esencia de la nueva relación del hombre con Dios, cuya locura: “es más sabia que la sabiduría de los hombres y cuya debilidad es más fuerte que la fortaleza de los hombres”. “Él sabía lo que hay dentro de cada hombre”.
Él ve lo íntimo y sabe de nuestra entrega incondicional a Dios, que vive en quien lo ama y en quien ama a su prójimo como a sí mismo. Lo demás es añadidura.
ResponderEliminarSr.Trenchs gracias por su puntual comentario a la Glosa de este III Domingo de Cuaresma. Yo me pregunto porque no pública algún artículo en GG, sus comentarios siempre son muy acertados , se nota que es usted una persona de experiencia y muy culta, especialista en todas las materias. PAZ Y BIEN
Seria loable Josep G. Trenchs indicara usted la procedencia del comentario con el fin de poder saber quien es el autor del mismo , en este caso el link es : http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/?f=2015-03-08
ResponderEliminarSr. Trenchs, sus aportaciones doctrinales suelen ser buenas y oportunas. Respecto a la de hoy, que está muy bien, quisiera hacerle una aclaración. sobre el culto. Resulta que el pueblo judío practicaba mucho el culto y muy poco la caridad con el prójimo. Hoy el pueblo cristiano practica mucho la caridad, pero muy poco el culto. ¿Está seguro usted, señor Trenchs, de que eso nos hace mejores que los judíos? ¿Y está seguro de que la caridad, filantropía y solidaridad que practican instituciones que van directamente contra Dios y procuran expulsarlo de nuestra vida, hace buenas a esas instituciones? Son preguntas sinceras, no trampas dialécticas.
ResponderEliminarEs que resulta que hoy, precisamente hoy, la Iglesia adolece de un empobrecimiento estremecedor del culto. Cada vez hay menos, y cada vez es más escuálido y minimalista. El culto a Dios no está de moda en la Iglesia de hoy. El Ad Mayorem Dei Gloriam de ayer, está totalmente arrumbado. Parece que eso ya no le interesa a la Iglesia para nada. Pero la "solidaridad" (les avergüenza llamarla "caridad", que eso suena demasiado cristiano), esa misma solidaridad que practican los que pasan de Dios o van directamente contra Él y contra sus mandamientos; esa solidaridad sin Evangelio, esa "caridad" tan propia del mundo, se lleva hoy muchísimo y es moda en la Iglesia. Hasta Cáritas oculta y disimula todo lo que puede su identidad católica.
Por eso digo, señor Trenchs, que no estaría pensando Jesús en este amor al prójimo que hoy se estila, totalmente de espaldas a Dios. Sin ningún género de culto. ¿No cree que hemos pasado de un extremo a otro? ¿Acaso soñaba Jesús con lo que hoy tenemos?
Ante todo agradezco el interés que ha suscitado mi comentario.
EliminarEn cuando a los judíos si eran mejores o peores, no e trata de esto. Jesús en el Evangelio de San Mateo 5, 17, nos dice:«No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Los judíos como dijo Benedicto XVI, son nuestros "Hermanos Mayores en la Fe"
En el Catecismo de la Iglesia Catolica, nos enseña:
Jesús dice a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).
Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en el número:
2196 En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).
El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).
Como vemos la caridad es una virtud vertical, relación entre Dios y los hombres y de los hombres a Dios por Amor a Dios.
La solidaridad, filantropia, etc. son valores horizontales, el hombre por el hombre por amor al ser humano.