Viernes Santo

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En este Viernes, nos abraza la sombra de Cruz
Que nuestro testimonio cristiano se exprese por el Amor que cada uno siente por los otros. Es una lámpara que se alimenta de gotas de aceite. Madre Teresa de Calcuta retomaba esa hermosa imagen: “Esas gotas de aceite son las pequeñas cosas de cada día: la alegría, la generosidad, los sencillos gestos de bondad, de humildad y la paciencia. También simplemente pensar en los otros, nuestra manera de hacer silencio, de escuchar, de mirar, de perdonar, de hablar y de obrar”.

Ser cristiano va más allá de los valores. Ser católico es tener la fe, ser portador del testimonio y del mensaje del Amor de Cristo por nuestra vida. Como los discípulos, somos llamados a dar testimonio de su llamada

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6 comentarios

  1. Josep G. Trenchs3 de abril de 2015, 0:02

    VIERNES SANTO, LA VICTORIA DE LA CRUZ

    Insondable misterio de amor y de dolor

    Juan 18, 1- 19,42

    “Todo está cumplido”

    Contemplamos hoy la Cruz de Jesús con silencio emocionado y reverente, tratando de captar el insondable misterio de amor y de dolor que se manifiesta en ella. A través del terrible sufrimiento y la muerte del inocente Jesús, vislumbramos y acogemos agradecidos un don inmerecido: la liberación del mal, el perdón de nuestros pecados.

    Hoy tomamos conciencia de que si bien sobre la Cruz permanecen los signos de la maldad humana -una maldad que se sigue desencadenando en un mundo donde sigue habiendo nuevos crucificados víctimas del egoísmo, la miseria, el terrorismo- lo que brilla con mayor esplendor en ella no es el pecado del hombre ni la cólera de Dios, sino el amor de Dios que no conoce medida.

    Para ayudarnos a comprender esto, el evangelista Juan nos acompaña en este Gran Viernes Santo con el inmenso relato de la Pasión que leemos en los capítulos 18-19.

    Veamos cómo el relato de la Pasión según san Juan nos ofrece algunos puntos de vista particulares del misterio:

    La Pasión y muerte de Jesús es un don de amor que salva

    Según Juan, la Cruz es revelación del amor de Dios en el mundo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (3,16). Sólo Jesús puede llevar esta Cruz (ver el evangelio del martes pasado). Pero su victoria que salva al mundo (ver 3,17) se manifestará en increíbles expresiones de amor que iluminan la oscuridad de los corazones, rescatan de las esclavitudes internas y llevan al creyente a obrar según la fuerza de este mismo amor (ver 3,19-21).

    La dinámica del relato muestra en todos sus detalles cómo la Pasión de Jesús es un don de amor y no la consecuencia de su debilidad. Es la muerte del Buen Pastor que “da su vida por las ovejas... para que tengan vida y la tengan en abundancia” (10,11.10).

    La Pasión y muerte de Jesús es entrega voluntaria de la vida y no simple debilidad

    Sin esconder el aspecto doloroso, para Juan, el gran valor de la Pasión de Jesús reside en el hecho de que es fruto de un don, de una libertad total, del haberlo vivido con plena conciencia y conocimiento: “Doy mi vida para recobrarla de nuevo... yo la doy voluntariamente” (10,17-10). Así el Jesús que va camino a la muerte le da a esta muerte una dignidad sin igual.

    Notémoslo particularmente el relato del arresto de Jesús. Ante la majestad de Jesús, que Él manifiesta en sus gestos y en aquel soberano “YO SOY”, los que vienen a capturarlo retroceden y caen en tierra (18,4-6). Ellos no podrían arrestar a Jesús si Él mismo no se entregara libremente.

    Esta libertad aparece en la orden que Jesús le da a los que vienen a capturarlo, para que no le hagan daño a sus discípulos (18,8-9). Una vez más Jesús aparece como el pastor de las ovejas que da su vida por las ovejas.

    Vemos la misma libertad de Jesús frente al Sanedrín reunido en la casa de Anás (18,19-23) y delante del representante del más formidable poder humano de la época, el imperio de Roma (19,1-11).

    y junto a tu hijo
    enseñas a amar.
    Un Viernes Santo, con gran dolor,
    sufre en silencio junto al redentor;
    desde esa hora, hora de cruz,
    es nuestra Madre, nos la dio Jesús.

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  2. Josep G. Trenchs3 de abril de 2015, 0:05

    LA VIRGEN DE LA SOLEDAD

    Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el Viernes Santo.

    El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.

    Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
    María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.

    Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.

    La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

    Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción:

    En el sufrimiento
    supiste callar,
    y junto a tu hijo
    enseñas a amar.

    Un Viernes Santo, con gran dolor,
    sufre en silencio junto al redentor;
    desde esa hora, hora de cruz,
    es nuestra Madre, nos la dio Jesús.

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  3. ARCANGEL MIGUEL

    ¡AMEN!

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  4. EL FIAT DE MARIA Y SU RELACCIÓN CON LA REDENCIÓN.

    La joven María expresa su “fiat”, da su sí incondicional y acoge alegre y decidida su misión: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). Con esta sencilla aceptación, la Virgen afirma su vocación solemne, sobreviene el sublime milagro, se produce el acontecimiento más extraordinario, en sí contradictorio: Una virgen que concibe y es madre; Dios que se hace hombre y que convive con el hombre y nosotros vimos, en su divinidad, su gloria, su gracia y su verdad; Dios, hijo Unigénito de Dios y Dios, hijo de María de Nazaret:

    Y el Verbo se hizo carne,
    y habitó entre nosotros
    y nosotros vimos su gloria,
    gloria cual de Unigénito, del Padre,
    lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).

    María no duda de la posibilidad del hecho propuesto, no pide una señal como hizo Zacarías, sólo indaga el modo de su realización y, cuando sabe cómo ha de realizarse, se pone a total servicio ante la voluntad de Dios, porque Ella es su esclava. Ella se siente y se proclama esclava de Dios. Está dispuesta a hacer todo lo que el Señor le mande.

    Y como su esclava, se entrega por entero y así el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1, 35): La nube como manifestación de Yahvé, cubría a veces el Templo; Ella es el nuevo Templo y el Espíritu Santo la cubre con su sombra de fecundación. Con lo cual, María hace carne de su carne al Verbo, la Palabra de Dios, que existiendo desde el principio, pues vive y es en la eternidad, viene al mundo en la temporalidad a iluminarlo con la verdad del amor, no por deseo de hombre, sino por Dios:

    Existía la luz verdadera,
    que, con su venida a este mundo,
    ilumina a todo hombre (Jn 1,9).

    Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios Omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por María» (LG 56).

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  5. La Lumen gentium precisa: “Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. En primer lugar, cuando María, poniéndose con presteza en camino para visitar a Isabel, fue proclamada por ésta bienaventurada a causa de su fe en la salvación prometida, a la vez que el Precursor saltó de gozo en el seno de su madre (cf. Lc 1,41-4s); y en el nacimiento, cuando la Madre de Dios, llena de gozo, presentó a los pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que, lejos de menoscabar, consagró su integridad virginal. Y cuando hecha la ofrenda propia de los pobres lo presentó al Señor en el templo y oyó profetizar a Simeón que el Hijo sería signo de contradicción y que una espada atravesaría el alma de la Madre, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (cf. Lc 2,34-3 s). Después de haber perdido al Niño Jesús y haberlo buscado con angustia, sus padres lo encontraron en el templo, ocupado en las cosas de su Padre, y no entendieron la respuesta del Hijo. Pero su Madre conservaba todo esto en su corazón para meditarlo (cf. Lc 2,41-51)” (LG, 57).


    -María por ser Madre del Redentor, tuvo íntima participación en la obra redentora de su Hijo, así lo detallan las Sagradas Escrituras:



    Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley"", Gálatas 4:4

    María participo en la Corredención dando a luz a Cristo, tal y como el ángel se lo anunció:

    Sabemos que Dios es todo poder, e ilimitado y que podía haber venido al mundo por si mismo sin necesidad de encarnarse en el vientre de María y sin embargo el Creador del mundo prefirió nacer como niño y tener una Madre, es pues esto una prueba de su corredención pues participo en ella al dar a luz al Salvador y Redentor del Mundo.

    “Hemos sido santificados merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Hb 10:10)

    El cuerpo de Jesucristo le es dado a través de la libre, activa y única cooperación de la Virgen María. Gracias a María Cristo se encarno y tomo cuerpo, esa colaboración de María es parte de su corredención.
    "Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado." 1 Juan 1:7
    Las sangre del Redentor nos redimió, y nos purifico de los pecados, y recordemos que la sangre y el cuerpo los heredo de Maria. Todo el que nace de una mujer tiene sangre y cuerpo similares.Es por eso que Maria al darle la sangre y el cuerpo participio más que nadie en la redención.

    ¿Acaso la sangre de Cristo no era la sangre de María?

    María dio al mundo al Salvador con plena conciencia y deliberación. Ilustrada por el ángel sobre la persona y misión de su Hijo, otorgó libremente su consentimiento para ser Madre de Dios, Lucas 1:38. De su consentimiento dependía la encarnación del Hijo de Dios y la redención de la Humanidad por la satisfacción vicaria de Cristo. María en este instante de la salvación, representaba a toda la humanidad. Dice Santo Tomás:

    “En la anunciación se esperaba el consentimiento de la Virgen como representante de toda la naturaleza humana” S.th III 30,1.



    -El título Corredentora, que viene aplicándose a la Virgen desde el siglo XV y que aparece también durante el pontificado de Pio X en algunos documentos de la Iglesia no debe entenderse en el sentido de una equiparación de la acción de María con la labor salvadora de Cristo que es el único redentor de la humanidad( 1Tim 2:5). La Virgen misma necesitaba la redención y fue redimida por Cristo. La cooperación de María en la redención es indirecta y mediata, por cuanto ella puso voluntariamente toda su vida en servicio del Redentor, tanto en la anunciación como luego padeciendo e inmolándose con Él al pie de la cruz.

    ¡Dios les Bendiga!

    www.catolicosfirmesensufe.org

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  6. ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO AL TÉRMINO DEL VÍA CRUCIS CELEBRADO EN EL COLISEUM DE ROMA.

    Oh Cristo crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida, es el ícono de tu obediencia a la voluntad del Padre, es la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores, es la prueba de tu misión, es el cumplimiento definitivo de la Revelación y de la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de todos nuestros yugos.

    En tu obediencia a la voluntad del Padre nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En ti vendido, traicionado y crucificado por tu gente y por los que te son queridos, vemos nuestras traiciones cotidianas y nuestras infidelidades frecuentes. En tu inocencia, Cordero inmaculado, vemos nuestra culpa. En tu rostro abofeteado, escupido y desfigurado vemos toda la brutalidad de nuestros pecados.

    En la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones. En tu sentirte “abandonado” vemos a todos los abandonados por los familiares, por la sociedad, por la atención y la solidaridad. En tu cuerpo despojado, malherido y arrastrado vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados en las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia.

    En tu sed, Señor, vemos la sed de Tu Padre misericordioso que en Ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En Ti, divino amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos o con frecuencia con nuestro silencio cómplice.

    Imprime Señor en nuestros corazones sentimientos de fe, esperanza, caridad, de dolor de nuestros pecados y ayúdanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar nuestra conversión hecha de palabras en conversión de vida y obras. Haznos custodiar en nosotros el recuerdo vivo de tu Rostro desfigurados, para no olvidar nunca el inmenso precio que has pagado para liberarnos.

    Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe que no cede a las tentaciones, reaviva en nosotros la esperanza que no se desvía siguiendo las seducciones del mundo, custodia en nosotros la caridad que no se deja engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la Cruz es el camino a la Resurrección.

    Enséñanos que el Viernes Santo es el camino hacia la Pascua de la luz, enséñanos que Dios no olvida nunca a ninguno de sus hijos y no se cansa nunca de perdonarnos y de abrazarnos con su infinitita misericordia y enséñanos también a no cansarnos nunca de pedir perdón y de creer en la misericordia sin límites del Padre.

    Alma de Cristo, santifícanos
    Cuerpo de Cristo, sálvanos
    Sangre de Cristo, embriáganos
    Agua del costado de Cristo, lávanos
    Pasión de Cristo, confórtanos
    Oh buen Jesús, óyenos
    Dentro de tus llagas, escóndenos.
    No permitas que nos apartemos de ti.
    Del enemigo, defiéndenos
    En la hora de nuestra muerte, llámanos
    Y mándanos ir a Ti
    Para que te alabemos con tus santos
    Por los siglos de los siglos, amén.

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