Capítulo 43: Fórmulas y Ciclo de Fiestas Marianas

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Una consecuencia del movimiento ascético-teológico que en los siglos IV y V contribuyó a poner en relieve la figura de la Virgen fue la inscripción de su nombre en los dípticos, en los formularios litúrgicos así como la introducción de un ciclo de fiestas en su honor.

Desconocemos cuando se comenzó a recitar el nombre de la Madre de Dios en la Misa. Algún liturgista eminente insinúa que en las palabras del canon “Communicantes…gloriosae semper Virginis Mariae, Genitricis Dei et Domini Nostri Jesu Christi” intuimos que la expresión semper Virginis  sea una inserción hecha en torno al 383 para protestar contra Elvidio  que negaba la virginidad perpetua de María y que en cambio el “Genitricis Dei” lo haya sido después del concilio de Éfeso (431) quizás durante el pontificado de San León Magno (+461). De todas maneras a principios del siglo VI la conmemoración litúrgica de la Madre de Dios era ya un hecho en Roma y en las Galias, aunque quizás en Oriente se diese con anterioridad como lo demuestra el hecho de que las liturgias de Santiago y San Marcos, que se remontan al menos al siglo V, y que hacen amplia y solemne mención.

Debemos constatar como el genio eminentemente intelectual e imaginativo de los orientales haya pronto empezado, precediendo de mucho a los occidentales, a insertar en sus libros litúrgicos formularios propios en honor de María. Baste recordar entre otros muchos ejemplos, la antífona Sub tuum praesidium, la más antigua plegaria a la Virgen que se encuentra ya en un papiro copto del siglo III, y después pasada a la liturgia romana y ambrosiana, así como el famoso himno “Achatistos”  compuesto en Bizancio en el año 626 en ocasión de la liberación de la ciudad en tiempo de Heraclio: se trata de un hermoso poema con 24 estrofas sobre el tema de la Anunciación que evoluciona y se resuelve en un espléndido coro de alabanzas a la Virgen, cantado con ardor de afecto y un entusiasmo de fe incomparable.


San Proclo de Constantinopla
En cuanto a las fiestas marianas, los primeros trazos se encuentran en Siria hacia finales del siglo IV. Todo parece indicar que la más antigua de ellas surgió en Antioquía hacia el 370, teniendo por objetivo, no tanto algún episodio concreto de la vida de María, sino más bien una conmemoración genérica de sus virtudes, especialmente de su integridad virginal. Tenemos en testimonio directo de Balay, escritor sirio y obispo de la región de Aleppo, y también en el célebre discurso de San Proclo , en el año 429, pronunciado en Constantinopla, en una festividad íntegramente dedicada a la glorificación de la Madre de Dios y de su integérrima virginidad (παρθενιά). Al parecer en algunas iglesias esta fiesta caía enseguida después de Navidad, quizás el 26 o 27 de diciembre o quizás algún día antes. En España la mayor fiesta de María se celebraba el 18 de diciembre.

En Occidente la Dormitio B.M.V, el Natalis Mariae de Añonuevo, la Anunciación y la Natividad fueron las fiestas más antiguas, introducidas por primera vez en Roma por la Iglesia Bizantina: el Gelasiano recoge las fórmulas de la Misa. En las tierras de rito galicano fueron del todo desconocidas hasta la adopción de la liturgia romana. La Purificación no adquirió un carácter prevalentemente mariano hasta los tiempos del papa Sergio (+701)
 
San Adriano en el Foro
Quizás sobre decir que la celebración de las antiguas fiestas de la Virgen era sustancialmente idéntica a los aniversarios de los mártires. Del apócrifo “De Transitu B.M.V” (siglo V) tenemos una bella descripción de la solemnidad del 15 de agosto celebrada en Siria y que consistía en el intercambio de pastelitos, cantos, lecturas bíblicas, recitación de la leyenda del Transitus para acabar con la celebración eucarística. No se afirma explícitamente la existencia de una vigilia nocturna, pero es muy probable que así fuese. En Roma el papa Sergio otorgó a las 4 fiestas marianas una brillante magnificencia añadiendo una procesión (letania) que congregándose en San Adriano caminaba hacia Santa María la Mayor, el gran santuario romano de la Virgen.

Dom Gregori Maria

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2 comentarios

  1. Dom Gregori Maria, usted tan atento cada semana en mostrarnos la rica Historia de nuestra Iglesia Católica
    .
    LA VIRGEN MARÍA HA SIDO HONRADA Y VENERADA COMO MADRE DE DIOS DESDE LOS ALBORES DEL CRISTIANISMO.

    “Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48)

    Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo.

    En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo. Un Padre de la Iglesia resume el sentir de este primigenio culto mariano refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas».

    Una magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo tu amparo nos acogemos) que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la intercesión a María.

    En la liturgia eucarística hay datos fidedignos mostrando que la mención venerativa de María en la plegaria eucarística se remonta al año 225 y que en las fiestas del Señor -Encarnación, Natividad, Epifanía, etc.- se honraba también a su Madre. Suele señalarse que hacia el año 380 se instituyó la primera festividad mariana, denominada indistintamente «Memoria de la Madre de Dios», «Fiesta de la Santísima Virgen», o «Fiesta de la gloriosa Madre».

    EL TESTIMONIO DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

    El primer Padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ c. 110), quien contra los docetas, defiende la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen. Fue concebido y engendrado por Santa María; esta concepción fue virginal, y esta virginidad pertenece a uno de esos misterios ocultos en el silencio de Dios.

    En San Justino (+ c. 167) la reflexión mariana aparece remitida a Gen 3, 15 y ligada al paralelismo antitético de Eva-María. En el Diálogo con Trifón, Justino insiste en la verdad de la naturaleza humana de Cristo y, en consecuencia, en la realidad de la maternidad de Santa María sobre Jesús y, al igual que San Ignacio de Antioquía, recalca la verdad de la concepción virginal, e incorpora el paralelismo Eva-María a su argumentación teológica. Se trata de un paralelismo que servirá de hilo conductor a la más rica y constante teología mariana de los Padres.

    San Ireneo de Lyon (+ c. 202), en un ambiente polémico contra los gnósticos y docetas, insiste en la realidad corporal de Cristo, y en la verdad de su generación en las entrañas de María. Hace, además, de la maternidad divina una de las bases de su cristología: es la naturaleza humana asumida por el Hijo de Dios en el seno de María la que hace posible que la muerte redentora de Jesús alcance a todo el género humano. Destaca también el papel maternal de Santa María en su relación con el nuevo Adán, y en su cooperación con el Redentor.

    En el siglo III se comienza a utilizar el título Theotókos (Madre de Dios). Orígenes (+ c. 254) es el primer testigo conocido de este título. En forma de súplica aparece por primera vez en la oración Sub tuum praesidium, que –como hemos dicho anteriormente- es la plegaria mariana más antigua conocida. Ya en el siglo IV el mismo título se utiliza en la profesión de fe de Alejandro de Alejandría contra Arrio.

    A partir de aquí cobra universalidad y son muchos los Santos Padres que se detienen a explicar la dimensión teológica de esta verdad -San Efrén, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nacianzo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio, San Agustín, Proclo de Constantinopla, etc.-, hasta el punto de que el título de Madre de Dios se convierte en el más usado a la hora de hablar de Santa María. La verdad de la maternidad divina quedó definida como dogma de fe en el Concilio de Éfeso del año 431.

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  2. Interesantísomo como siempre. Gracias.

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