Capítulo15: La Semana Mediana y la Semana de Pasión

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LA SEMANA MEDIANA

Después de la Semana Santa, la semana más importante de la Cuaresma es aquella que en los más antiguos documentos es llamada mediana. Ponemos de relieve las principales características:

a) El domingo Laetare y la Rosa Áurea.

En medio del arduo camino penitencial, este IV domingo, llamado por el introito de la misa Domingo Laetare o dominica in medio Quadragesimae porque marca la mitad del periodo cuaresmal, aporta una nota de santa alegría y desbordante serenidad. El altar se viste de rosa y se perfuma con flores, suena de nuevo el órgano y los ministros retoman las dalmáticas de gozo (jucunditatis). La estación de ese domingo, entre las más antiguas de la Cuaresma, es en la basílica de Santa Cruz, llamada comúnmente “en Jerusalén”, imagen de la Iglesia, que se alegra por el cortejo de catecúmenos, que se prepararan para convertirse en hijos de Dios.

Es dentro de este maravilloso marco, que refleja un carácter de gozo al servicio de todos los oficios del día, y que en el pasado iba acompañado de bulliciosas fiestas populares en la calle, que la liturgia papal, después del siglo X, ha insertado una ceremonia singular: la bendición de la Rosa de Oro (Áurea). No se conocen bien los orígenes. Parece ser que en Bizancio en el III Domingo de Cuaresma se celebrase una fiesta en honor del Madero de la Cruz, a quien se llevaban ofrendas florales. En Roma se quiso imitar el ejemplo y en este domingo el Papa se dirigía a la basílica estacional de la Santa Cruz, portando una rosa de oro, perfumada con almizcle en señal de la Pasión y Resurrección de N.S.J.C. con lo que quería rendir a la insigne reliquia allí conservada el mismo obsequio que la Magdalena había tributado a los pies del Salvador en la cena de Betania.

Rosa Aurea
El Papa León IX, en el primer documento conocido con referencia a la Rosa Áurea (1049), dice expresamente que es ofrecida en homenaje a la Cruz. El símbolo de la rosa ciertamente no tuvo su origen en él, porque cuando el Papa lo menciona era ya una costumbre consolidada. En un principio tuvo forma de vaso o cáliz, poco a poco fue estilizándose para quedar reducido a un ramo de rosas abierto, dentro del cual se colocaba el precioso aroma.

La Rosa de Oro venía cada año de Alsacia. La mencionada bula de León IX del 1049, dirigida al monasterio de Santa Cruz en Bamberg en la Alta Baviera a la par que colocaba el susodicho monasterio bajo la inmediata jurisdicción de la Santa Sede, exentándolo de cualquier otro tributo, le imponía la obligación de mandar cada año al Papa una rosa de oro o el metal equivalente, para que el Romano Pontífice pudiese servirse en la procesión estacional a Santa Cruz. Más tarde el rito se desarrolló: la rosa fue bendecida, ungida con el crisma y ofrecida en don a alguna insigne personalidad, romana o foránea, a ciudades o iglesias particularmente beneméritas. El primer ejemplo remonta a Urbano II, que en el año 1096 manda la Rosa Áurea a Fulco V de Anjou, el Joven,  por su contribución a la Primera Cruzada.

En el siglo XII era costumbre que el Papa, al llegar con la Rosa a Santa Cruz de Jerusalén, la mostrase al pueblo explicando brevemente el significado místico de sus atributos (de flore et rubore rosae, et odore) (de la flor, del color rosa y del aroma…)

Nupcias de Fulco de Anjou
con Melisenda de Jerusalén
Inocencio III en un sermón para esta ocasión resume así: “el color rosa representa la caridad, el gozo es simbolizado por el aroma, la saciedad por el sabor, ya que la rosa es entre las flores la que por su color más gusta, por su olor más atrae y por su sabor la que más reconforta”

b) La fiesta Mediante

La perícopa evangélica Jam die festo mediante de la misa del martes de esta semana tiene una peculiar historia. Los orientales desde el siglo V, celebraban con alegría el 25º día que divide exactamente por la mitad la Cincuentena Pascual, deseando festejar a Cristo Mediador de los hombres. La solemnidad pasó pronto de Oriente a las Iglesias de la Italia Septentrional (Milán, Ravenna, Aquileya..) pero junto a ella fue asociada otra análoga, la de mitad de Cuaresma, que sugerida a partir de la misma perícopa entretanto había surgido también en Oriente. Y fue finalmente esta última la que sobrevivió a la otra, ya que ofrecía una atenuación al áspero camino cuaresmal, consolidándose muy fuertemente en la liturgia hispánica. Es muy posible que fuese por obra de San Hilario (+468) que la celebración de la mitad de la Cuaresma con el evangelio Mediante (Jn 7,14) entrase en la liturgia romana. La misa romana de este día nos presenta, como en un maravilloso díptico, el arquetipo y el tipo, la figura y la realidad de nuestra redención en una concordia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento que esboza los grandes conceptos de la catequesis bautismal: Moisés es presentado, con su osada pero confiada plegaria de intercesión, ante la ira de Jahvé que irritado amenaza con exterminar al pueblo prevaricador, como el Mediador de la Antigua Alianza (Ex. 32,7-14). En el evangelio, Cristo que en medio de la fiesta de los Tabernáculos dirige su palabra en el Templo a los judíos, se presenta como Mediador de la Nueva Ley.

c) Los dos grandes escrutinios bautismales.
Imposición del pequeño Signo de la Cruz
(en la frente) en los escrutinios
En la liturgia primitiva este domingo estaba destinado para realizar el segundo escrutinio de los catecúmenos, transferido después con la misa pertinente al miércoles sucesivo. En la misa de la antevigilia, el lunes, el diácono antes de la comunión promulgaba la convocatoria. El grupo de catecúmenos que participaba aquel día de la liturgia estacional tenía por meta la Basílica de San Pablo Extramuros. La misa en sus varios textos y con las dos lecturas proféticas (y no sólo una como de costumbre) está toda ella impregnada de carácter bautismal. Después de la colecta los catecúmenos eran declarados oficialmente “electi” (elegidos) y recibían los ritos preliminares al bautismo (insuflación, imposición de la señal de la cruz, de la sal y los exorcismos). La perícopa evangélica era la del ciego de nacimiento.
San Nicolás in Cárcere
El oficio estacional del sábado in mediana, llamado después Sitientes (¡Sedientos, venid a las aguas!) era en San Lorenzo Extramuros y revestía una importancia litúrgica aún mayor porque se celebraba el escrutinio más importante, el llamado in aperitione aurium (de la apertura de los oídos). Leída la segunda lectura y cantado su gradual, el Pontífice revelaba y desvelaba oficialmente a los elegidos los cuatro Evangelios, el Credo y el Padrenuestro, así los oídos de los catecúmenos, hasta ese momento sordos a las palabras de verdad, se abrían por vez primera a escuchar las palabras de vida eterna. Así sucedía al menos hasta el siglo XI, aunque dos siglos antes ya fue amputada la segunda lectura profética y transferida la estación a San Nicolás in Cárcere. Al final no quedó otro trazo de la antigua misa que el introito Sitientes, aunque aún quedan en la liturgia de este sábado destellos de la alegría de la Iglesia que veía incrementado el número de sus hijos entre sus filas y se regocijaba por ello.

SEMANA DE PASIÓN (V DE CUARESMA)

El quinto domingo de la Cuaresma es llamado I de Pasión y con él empieza el tiempo así denominado que incluye la Semana Santa. Así llamaban a estas dos semanas los libros litúrgicos carolingios porque la liturgia pone en escena la persecución y conjura tramada por los enemigos de Cristo, con tono especialmente dramático. En las figuras de David y Jeremías perseguidos, la liturgia evoca a un mismo tiempo los sentimientos de amargura y de profunda confianza en Dios que descubrimos en la persona de Cristo, el Justo, el Inocente, que el odio de los hombres ha dejado sin defensor pero que no se cansa de dirigirse a Dios Padre rogando no le abandone en el día de la prueba.

Pero en su concepción primitiva y en su redacción litúrgica, esta semana no difería de la precedente, sino que más bien enlazaba con ella ya que en el Oficio Vigiliar del sábado al domingo tenía lugar la colación de las Sagradas Órdenes que acababa con la misa del día. Por otra parte los documentos romanos más antiguos reservan el apelativo in passione para el domingo de Ramos. Así lo recogen el Gelasiano, el Ordo Sancti Petri más arcaico y los sermones de San León Magno. Pero a finales del siglo VII con la decadencia del catecumenado y con la paulatina difusión en Occidente del culto de la Santa Cruz, se va acentuando la tendencia a dirigir los pensamientos a los sufrimientos de Jesús, hacia el final de la Cuaresma. Por eso ese incremento del misterio doloroso de Cristo en los textos litúrgicos, que inseridos en los ya existentes, dieron forma y composición a esta semana de transición. Las oraciones y las primeras lecturas desde el domingo al jueves hacen referencia al ayuno y a la penitencia cuaresmal sin ninguna referencia a la Pasión. Los fragmentos del evangelio hacen referencia a la Pasión y el prefacio es de la Santa Cruz, compuesto originariamente para la misa votiva. Este doble carácter se nota en el Oficio divino: la antífona del invitatorio es penitencial y en cambio los himnos de Venancio Fortunato Vexilla Regis y Pange Lingua son una exaltación de la Cruz y de los dolores de Cristo.

Este tiempo de Pasión presenta dos particularidades litúrgicas. Omitir el salmo 42 Judica me Deus al principio de la Misa y la prescripción de cubrir las cruces e imágenes, interpretado como signo de tristeza, pero que originariamente deriva de la costumbre, consolidada en el siglo IX, de extender al principio de la Cuaresma un gran velo ante el altar que lo ocultaba a los ojos de los fieles y que era removido el miércoles santo cuando en el evangelio se leía que el velo del Templo se rasgó (velum templi scissum est). El pueblo que no tenía calendario, al ver el velo sabía que había llegado la Cuaresma (en Alemania lo llamaban Hungertuch– el velo del hambre -por el ayuno que empezaba) y también era un recuerdo de la antigua expulsión de los penitentes de la Iglesia. Al decaer esa disciplina de expulsión, a partir del miércoles de ceniza todos los fieles eran considerados penitentes y con el hurtar la visión del Altar los separaba en cierta manera del Santuario, como antaño, hasta que en Pascua no se hubieran reconciliado con Dios. De ahí el precepto pascual de confesarse y comulgar, recuerdo de la readmisión plena de los penitentes a la vida de la Iglesia. La costumbre pues de tapar las imágenes y las cruces comprendía toda la Cuaresma, como aún se usa en el rito ambrosiano. La regla de limitarlo al tipo de Pasión es del siglo XVII. En el misal de 1970 prescribe se mantenga allí donde se crea oportuno. Se convierte pues en un uso legitimo aunque discrecional.

Dom Gregori Maria

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2 comentarios

  1. No puedo menos de agradecer el estudio siempre tan documentado de la historia litúrgica, excelente exposición de Dom Gregori Maria. Es una profunda meditación que se nos ofrece del tiempo litúrgico que nos orienta en profundidad y que en definitiva enriquece nuestra espiritualidad. Muchas gracias, Dom Gregori.
    P.Fermín

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  2. Dom Gregori: ¿sabe Vd. de que línea litúrgica son los franciscanos de La Verna, en Toscana? Parece que serán los asesores litúrgicos del Papa para la Misa de inauguración de su pontificado:

    http://www.pagina-catolica.blogspot.com.ar/2013/03/franciscanos-preparan-liturgia-inaugural.html

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