San Antonio María Claret: El regreso a España (V)

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Antigua urna-relicario en Vich
En 1857, en pleno trabajo apostólico, Mons. Claret es llamado urgentemente a España por la reina Isabel I que busca un confesor piadoso y con ideas claras, capaz de dirigir su conciencia con prudencia. El santo religioso adquirirá para ello una ascendencia espiritual provechosa sobre la reina y sobre la familia real, de manera de conducirles a la frecuentación regular de los sacramentos, a la recitación diaria del Santo Rosario y a la lectura de algún libro edificante. El tren de vida de la Corte española será cada vez más austero, Don Antonio María no es un hombre de medias tintas…

En el plano religioso y político, la voluntad de anexión de los Estados Pontificios al conjunto de Italia, manifestado por Napoleón III y la mayor parte de la Europa liberal, empujó a Mons. Claret a pedir el apoyo incondicional y sin reserva alguna de la reina Isabel y de España, al Soberano Pontífice en la defensa de sus derechos. Esta situación particularmente dolorosa, fue la ocasión para Mons. Claret para defender valerosamente con su pluma a la Roma Eterna, usando un lenguaje claro, audaz y lleno de belleza. Sin embargo, en medio de la revolución de 1868 y la instauración de la I República y la consiguiente confusión general de los espíritus, muy pronto la familia real se vio forzada al exilio en Francia. 

Mientras tanto la orden misionera claretiana que el Padre Claret había fundado en 1855 bajo la protección del corazón Inmaculado de Maria, consagrada al desarrollo de obras de educación se iba difundiendo en Cuba y en muchos países de Europa, y muy especialmente en Francia, donde después de España, florecerán numerosos conventos masculinos y femeninos. Junto a un fructuoso trabajo entre la juventud, la orden claretiana pronto destacó por su intensa devoción a la Eucaristía. 

Era natural pues que por razón de su piedad, de su ciencia y de su labor obstinada, Mons. Claret fuese llamado por Pío IX para participar en los trabajos del primer Concilio Vaticano, donde su espíritu decidido permitió acelerar los trabajos de los Padres.

Mons. Claret no abandonó a la reina Isabel ni a la colonia española alternando sus estancias en Roma con largas visitas a Paris para ocuparse de los exiliados. 

Palacio de Castilla en Paris
Efectivamente, condenada al destierro, Isabel II se instaló en París con su corte en un palacio situado en la actual avenida Kléber, haciendo las obras imprescindibles para adaptarlo a su rango y sensibilidad. Así nació la leyenda del Palacio de Castilla, a doscientos metros de la Place l´Étoile.

La Reina de España residió en ese palacio hasta su muerte en 1904. Allí abdicó a favor de Alfonso XII. Allí vivió, desde lejos, las incontables peripecias políticas de la turbulenta historia política de España, durante toda la segunda mitad del siglo XIX. Napoleón III y su esposa, la emperatriz Eugenia de Montijo, trataron a Isabel II con su rango real. Y la Reina de España murió en ese palacio, tras una visita personal de la última emperatriz de Francia, nacida en Granada.

El Palacio de Castilla fue durante muchos años el corazón de una cierta España desterrada. 

Urna actual en la Casa Madre de Vich
En 1870 fatigado por el calor y las dificultades de su estancia en Roma, Mons. Claret, víctima de una congestión cerebral, tuvo que acelerar su viaje hacia la Cataluña francesa, donde el 23 de julio encontró refugio en el convento de Prades. Su última aparición en público fue el 27 de julio en un bellísimo discurso en catalán en el reparto de premios de fin de curso a los seminaristas menores de la diócesis de Elna-Perpiñán.

Mientras tanto el embajador de España reclamaba su arresto y detención. Las autoridades liberales españolas, después de sus combates en defensa de los derechos de la sede pontificia, veían en él un peligroso activista. El gobierno francés bajo mano lo puso en conocimiento del obispo de Perpiñán Mons. Ramadié, que pudo advertirle pudiendo huir de la policía española y así refugiarse en la abadía cisterciense de Fontfroide donde encontró asilo.

Antonio María Claret y Clarà se durmió en el Señor el 24 de octubre de 1870, con la serenidad de los verdaderos amantes de la Cruz.  

Dom Gregori Maria

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2 comentarios

  1. No se si es casualidad o no, pero ayer aparecía el descalabro de los claretianos y hoy se habla de su gran fundador.
    Es una prueba evidente de que si no se es fiel a las raíces fundacionales y al fundador, todo se va a paseo.
    Eso está pasando con un montón de órdenes religiosas, y claramente con los claretianos, y es una lástima porque es una congregación muy arraigada en Catalunya que ha dado muy buenos y santos religiosos.

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  2. D.Gregori esta usted perdiendo la memoria que yo sepa Dña. Isabel I ( Isabel La Católica ) nunca salió de España, no se lo tome a mal, solo se trata de una nota de humor ... Y no me olvido por supuesto de felicitarle por sus buenos e instructivos artículos

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